La locura consumista
del compra, compra, compra, las comidas pantagruélicas, las
increíblemente molestas lucecitas de navidad, los insoportables
villancicos, los Santa Claus en cada centro comercial, el arbolito y
el portal, las cenas de empresa, la familia y los parientes,
incluyendo a los políticos, el coñazo de los Reyes Magos y la
dichosa cabalgata. Niños, estrés, dolor de estómago, digestiones
pesadas, resaca, estreñimiento (o diarrea, según los casos),
aumento de peso, amor y felicidad engullidos a la fuerza en millares
de anuncios televisivos…
… y un montón de
dinero que desaparece de tu bolsillo…
¡Uf!
Un año más hemos
sobrevivido a las malditas Navidades sin demasiado daño físico o
psíquico. O quizás sí, quien sabe…, quizás el daño es
inevitable y sea ya irreparable. Veremos cómo va la cosa en los
meses siguiente a estas nefastas fechas.
En todo caso, feliz
Fin de la Navidad (para los que hayan llegado medianamente cuerdos a
este bendito día), que el tránsito navideño no nos haya hecho
lamentarnos y sufrir en exceso, y que el año que acaba de comenzar
no sea demasiado cabrón.
Un cordial saludo,
Juan Nadie