jueves, 14 de enero de 2016

AL FINAL, DIOS SOLO - 1ª Parte (relato)


La soledad, el egoísmo, la fatalidad y la envidia no son atributos exclusivos del ser humano. Los dioses también los sufren y manifiestan. La única diferencia es quizá la escala divina a la que acontecen.
Cuando un hombre se convierte en el último dios en la Tierra, sólo puede temer a dos cosas: el fin de su propia inmortalidad y el encuentro con otro dios.

Presentamos aquí el primer capítulo de los tres en que se divide el nuevo y trepidante relato inédito de Juan Nadie

Dentro de dos semanas, el siguiente capítulo (manténganse atentos a sus pantallas).

Relato disponible TOTALMENTE GRATIS para los amantes de la lectura.

Pincha en la portada y a leer.

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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016
Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1409292214611, con fecha de 29 de septiembre de 2014.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.

lunes, 11 de enero de 2016

El primer cigarrillo del día (microrrelato)


Hay momentos en los que el solipsismo y el onanismo te cogen de la mano y te dejas llevar por un destello de misticismo.
Momentos personales e intransferibles, de esos de mirarte el propio ombligo; instantes que sólo se pueden disfrutar en soledad.

Un nuevo microrrelato inédito de Juan Nadie. Disponible para los amantes de la lectura por un coste total de 0,00.

Pincha en la portada y a leer.
(o sigue para abajo y léelo aquí mismo)


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El Primer Cigarrillo del Día

La luz del alba que se colaba por la ventana acabó por despertarme. Abrí los ojos con esfuerzo; los sentía legañosos y pesados. Un zumbido discordante me bombeaba en la cabeza. Notaba la boca acorchada y la lengua como hecha de papel de lija. Intenté tragar la escasa saliva que bailaba entre mis encías, lo que me causó un rasposo dolor en la garganta. Menuda resaca, pensé, me espera un bonito día.

Abrí los ojos del todo. Miré a mi alrededor. ¿Dónde demonios estoy? Era sin duda la habitación de un hotel, pero ¿de cuál? Junto a mí dormía boca arriba una rubia desarropada y desconocida. Tenía la boca abierta y resoplaba como una foca en el orgasmo. Bonitas tetas, pensé al mirarla. Traté de recordar el nombre de la rubia, o al menos en qué bar me la había encontrado durante la parranda de la noche. El esfuerzo hizo que miles de agujas de hielo se clavaran en mis sienes. Desistí en el empeño.

Me incorporé despacio, mientras chascaba la lengua con desagrado. El movimiento causó un reajuste en mis tripas y solté una sonora, y un par de segundos después pestilente, ventosidad digna del primer premio en un concurso. Miré a la cama. La rubia de las tetas de oro seguía roncando a pierna suelta.

Con desasosiego me acerqué a la silla donde mi arrebujada ropa aparecía tirada. Busqué en el bolsillo de mi chaqueta y saqué el arrugado paquete y el encendedor.

Extraje un cigarrillo y me lo coloqué en los labios. Apreté con el pulgar la rueda del rascador y me deleité con el familiar chasquido. Chupé con fuerza y aspiré hondo la primera bocanada. Sentí el cálido humo que entraba en mis pulmones y me bajaba al estómago. La nicotina y el alquitrán empezaban a circular por mis venas.

Me acerqué a la ventana mientras me rascaba el culo y contemplé el horizonte poligonal y anaranjado del amanecer. La ciudad empezaba a despertarse.  

Exhalé el humo y sonreí.

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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016
Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1104229038772, con fecha de 22 de abril de 2011.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.

jueves, 7 de enero de 2016

Feliz Fin de la Navidad

La locura consumista del compra, compra, compra, las comidas pantagruélicas, las increíblemente molestas lucecitas de navidad, los insoportables villancicos, los Santa Claus en cada centro comercial, el arbolito y el portal, las cenas de empresa, la familia y los parientes, incluyendo a los políticos, el coñazo de los Reyes Magos y la dichosa cabalgata. Niños, estrés, dolor de estómago, digestiones pesadas, resaca, estreñimiento (o diarrea, según los casos), aumento de peso, amor y felicidad engullidos a la fuerza en millares de anuncios televisivos…

… y un montón de dinero que desaparece de tu bolsillo…

¡Uf!

Un año más hemos sobrevivido a las malditas Navidades sin demasiado daño físico o psíquico. O quizás sí, quien sabe…, quizás el daño es inevitable y sea ya irreparable. Veremos cómo va la cosa en los meses siguiente a estas nefastas fechas.

En todo caso, feliz Fin de la Navidad (para los que hayan llegado medianamente cuerdos a este bendito día), que el tránsito navideño no nos haya hecho lamentarnos y sufrir en exceso, y que el año que acaba de comenzar no sea demasiado cabrón.

Un cordial saludo,

Juan Nadie