Conducían en
dirección norte-noroeste, cuando ante ellos apareció lo que desde lejos parecía
una extraña plantación. Era un terreno ondulado, de tierras despejadas, de
color pardo, salpicadas por encinas, matas de retama e hiniesta y algún que
otro eucalipto. De vez en cuando, una cortijada blanqueaba a lo lejos. A la
derecha, desde la carretera el terreno se elevaba con suavidad, formando una
prolongada loma completamente libre de árboles y matojos. Casi la totalidad de
la loma estaba ocupada por hileras bien alineadas de raros arbustos de poca
alzada y color blanco.
Cuando
llegaron a la altura de la extraña plantación, pudieron ver de qué se trataba
en realidad. Duncan redujo la velocidad casi hasta pararse.
—Son cruces
—exclamó Earwyne.
—Toda la
maldita colina está llena de cruces.
—Alguien se
preocupó de enterrar a los muertos del Desastre.
—Sí. Alguien
se dedicó a cavar un enorme cementerio en mitad de la nada —replicó Duncan.
—¡Mira!
Hacia la derecha.
—¡Joder!
Duncan se
aproximó todo lo que pudo al borde de la carretera y detuvo el vehículo.
Durante unos minutos, contemplaron en silencio el inusual campo de tumbas.
Las cruces
empezaban hacia la derecha de la loma, casi al borde de la cuneta. Conforme el
cementerio iba extendiéndose hacia la izquierda y colina arriba, las cruces
eran sustituidas poco a poco por meras planchas verticales pintadas de blanco.
En el borde izquierdo ya no quedaban cruces, sólo planchas. Tanto cruces como
planchas tenían un aspecto burdo, como hechas con cualquier trozo de madera al
alcance de la mano, pintadas de blanco con prisas y sin demasiado cuidado. En
ninguna aparecía nombre alguno o fecha.
—Una sola
persona no pudo haber enterrado a tantos —dijo Earwyne—. Debieron de ser
varios, lo más probable es que no fuesen siempre los mismos. Conforme el
cementerio fue creciendo, dejaron de poner cruces. Se limitaron a colocar esos
tablones pintados.
—Perdieron
su religiosidad —dijo Duncan con aire de pesadumbre.
—Dejaron de
usar cruces. Curioso
—Ya no hay
dios en el mundo.
Earwyne
volvió la cabeza en el asiento del copiloto y clavó la mirada en Duncan.
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Extracto de Ragnarök,
la novena transición, la nueva novela de Juan Nadie.
Estará disponible el próximo 17 de noviembre.
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