Leyendo Allegro ma non troppo, de Carlo M. Cipolla…
Carlo M. Cipolla fue un historiador italiano especializado en historia de
la economía. Fue un autor prolífico, creativo y ecléctico que obtuvo numerosos
reconocimientos y honores en diferentes áreas del conocimiento humano.
Allegro ma non troppo es uno de sus trabajos más divulgados y conocidos. Se
podría traducir literalmente como «Alegre pero no demasiado». O si consideramos
que la palabra «allegro» hace referencia a una pieza musical ejecutada con
moderada viveza, la traducción quedaría como «No demasiado rápido».
La obra consiste en un breve análisis económico, demográfico e histórico
escrito con mucho humor y una gran dosis de crítica y parodia. Una de esas
auténticas perlas de pensamiento que
son una delicia leer. Se compone de dos ensayos cortos. El primero se titula
«El papel de las especias (y de la pimienta en particular) en el desarrollo
económico de la Edad Media». Si quieres saber de qué va el ensayo, te lo lees,
que ya eres mayorcito.
El segundo ensayo, que es el que da título a la presente entrada de este
magnífico blog, se titula «Las leyes fundamentales de la estupidez humana». En
un delicioso análisis de poco más de doce páginas, el autor estudia el
comportamiento, la abundancia y las consecuencias de la presencia de los
individuos estúpidos en el mundo. Con atrevimiento y osadía al explorar este
controvertido tema, Cipolla formula su famosa Teoría de la Estupidez. En ella, desarrolla su visión de la gente
estúpida como uno de los grupos más poderosos del planeta. Un grupo que no
tiene reglamentos, líderes, manifiestos, estatutos ni objetivos. Pero que tiene
un efecto enorme sobre el resto de la humanidad.
Llega incluso a formular sus famosas Leyes Fundamentales de la Estupidez. Me limitaré aquí a enunciarlas, aunque el
autor realiza en su ensayo un entretenido análisis de cada una de ellas.
Recomiendo encarecidamente su lectura.
Primera Ley.- Siempre e
inevitablemente, cada uno de nosotros subestima el número de individuos
estúpidos que circulan por el mundo.
Segunda Ley.- La
probabilidad de que una persona determinada sea una estúpida es independiente
de cualquier otra característica de la misma persona.
Tercera Ley o Ley de Oro.-
Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de
personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso
obteniendo un perjuicio.
Por deducción y análisis de la tercera ley, Cipolla identifica dos factores
a considerar cuando se trata de clasificar a los individuos: (1) beneficios y
perjuicios que un individuo se causa a sí mismo, y (2) beneficios y perjuicios
que un individuo causa a otros.
Si creamos un gráfico en el que el primer factor se representa en el eje X
y el segundo en el eje Y, se obtienen cuatro cuadrantes con los cuatro tipos
principales de individuos:
- 1. Inteligentes: benefician a los demás y a sí mismos.
- 2. Incautos: benefician a los demás y se perjudican a sí mismos.
- 3. Malvados: perjudican a los demás y se benefician a sí mismos.
- 4. Estúpidos: perjudican a los demás y a sí mismos.
Como es lógico, la mayoría de la gente no está siempre en el mismo
cuadrante. Bajo diferentes circunstancias, una persona puede actuar de una
manera u otra. La única excepción son las personas estúpidas, que suelen
mostrar una testaruda tendencia a mostrar un comportamiento estúpido en
cualquier actividad o circunstancia.
Cuarta Ley.- Las
personas no estúpidas subestiman siempre el poder nocivo de las personas
estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en
cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse
con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como un costosísimo
error.
Quinta Ley.- La persona
estúpida es el tipo de persona más peligroso que existe.
En un somero análisis de lo hasta aquí expuesto, y como corolario de la
quinta ley, el autor deduce con claridad meridiana el siguiente principio: El estúpido es más peligroso que el malvado.
También aventura Cipolla que, aunque la proporción de estúpidos en una
sociedad suele ser constante, en una sociedad en declive los miembros estúpidos
se vuelven más activos por la actitud más permisiva de los otros grupos.
Además, dice Cipolla, en un país en
decadencia se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder,
una alarmante proliferación de los malvados con un elevado porcentaje de
estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante
crecimiento del número de incautos. Tal cambio en la composición de la
población refuerza, inevitablemente, el poder destructivo de la fracción de los
estúpidos, y conduce al país a la ruina.
Esta idea resulta de lo más familiar, ¿verdad? En los últimos tiempos, cada
vez que veo un telediario, pienso que estas palabras de Cipolla son
absolutamente proféticas. Incluso me atrevería, con toda humildad, a establecer
un nuevo corolario de esta magnífica Teoría de la Estupidez: «Cuanto mayor sea
la estupidez de un individuo, más alto cargo acabará ocupando».
Y tú, querido lector, ¿qué opinas? ¿Crees que estamos rodeados por
estúpidos que nos llevarán al desastre? ¿Qué podemos hacer acabar con esta
lacra?
Probablemente, nunca conseguiremos librarnos por completo de los estúpidos. Pero al menos una cosa sí que podemos hacer en nuestro haber cotidiano. Procurar no caer en el cuadrante inferior izquierdo de la gráfica de la estupidez.
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