... y que te sea leve.
Novelas, relatos, y otras incursiones en la destartalada mente de Juan Nadie (y su lúbrico álter ego, Rebeca Rader)
jueves, 24 de diciembre de 2015
jueves, 17 de diciembre de 2015
Cuento de Navidad
Ya casi estamos en Navidad, esa entrañable época
del año llena de ñoñería, consumismo, buenos deseos y lucecitas de colores.
No me malinterpretes. La Navidad tiene un
montón de cosas buenas. No te las voy a enumerar aquí, que para eso ya están
las películas de comedia blanca americanas.
Pero seamos sinceros, estas cordiales
festividades también tienen cosas que las
convierte un poco en un peñazo, ¿verdad?
Vamos, que al final acabas deseando que a ese
malnacido de Papá Noel y a esos desgraciados de los Reyes Magos les reviente el
hígado de una vez. ¿Me equivoco?
Pues si quieres aliviarte un rato con una versión alternativa de la Navidad, aquí
tienes este relato, dividido en 3 partes para tu mayor comodidad.
Disponible en Wattpad y en Free-Ebooks.net.
Y como premio
especial navideño, el relato es COMPLETAMENTE GRATIS
0,00 €
Sólo tienes que registrarte en una de las dos páginas arriba mencionadas (lo cual también es gratis) y darle un par de clics al ratón.
Pincha en la portada o aquí y, ¡hala!, a leer, que no todo va a ser
polvorones y turrón.
AVISO: Ten cuidado de no salpicarte demasiado con la
sangre.
jueves, 10 de diciembre de 2015
Política Ficción
Sumidos en la vorágine política, en plena campaña
electoral, te sentirás anonadado y confundido por la charlatanería de los
candidatos.
No te preocupes. Aquí tienes la solución.
Un nuevo relato de Juan Nadie, en clave de humor y
dedicado a nuestros amados líderes, te dará la respuesta.
Por cierto… ¿sabrías contestar a las dos
preguntas?
Relato disponible en Wattpad y en Free-Ebooks.net.
COMPLETAMENTE GRATIS (de verdad, no se trata de una
promesa electoral)
Pincha en la portada o aquí y a disfrutar.
jueves, 3 de diciembre de 2015
SEÑOR NARANJA (relato)
Para
cualquier cosa que se pueda adquirir a cambio de dinero existe una franquicia,
una sucursal, o una delegación de alguna multinacional a la vuelta de la
esquina. Es la magia de la globalización y la internacionalización de nuestro
mundo.
La
venganza no es una excepción a esta regla de nuestros días. Se sirva fría o
caliente, la venganza es un plato que siempre resulta sabroso. Y si existe
alguien dispuesto a pagar por tan suculento plato, siempre habrá alguien
dispuesto a prepararlo.
Una
historia de agravio y resarcimiento que puede resultarte más próxima de lo que te
gustaría admitir.
Aquí
tienes un nuevo relato corto de Juan Nadie, inédito hasta los topes,
que podría ser del todo auténtico y real.
Disponible
en Wattpad y en Free-Ebooks.net.
Por
supuesto, y como es costumbre, COMPLETAMENTE
GRATIS.
Pincha
en la portada o aquí y a leer.
jueves, 26 de noviembre de 2015
INANISMO — la religión cósmica
[…]
Como mandaba la milenaria tradición desde hacía cincuenta y tres años, tras cada sesión del concilio, se procedía a la lectura del libro sagrado de la INANE: el Compafu, también conocido como los Comentarios de los Padres Fundadores.
El Compafu fue redactado ciento cincuenta años antes, lustro arriba, lustro abajo. En él, los mencionados Padres recogieron las palabras del Profeta, las comentaron, las analizaron, extrajeron las indiscutibles conclusiones, y sentaron las bases de la Santa INANE, incluyendo sus mandamientos, sus dogmas, su liturgia y su jerarquía.
En el centro de la elipse del salón de los concilios, un grupo de novicios se dispuso alrededor del atril de lecturas. Uno de ellos abrió el ejemplar cubierto de arabescos dorados y negros del Compafu, una antigualla impresa en papel que resultaba bastante incomoda de leer, pero que le daba a las ceremonias el boato y la solemnidad que estas requerían. El novicio seleccionó el pasaje que sus maestros le habían aleccionado un rato antes. La lectura duraría hora y media.
Durante ese tiempo, sus santidades conciliares aprovechaban para picar algo, escribir e-mails, visionar alguna peli o, lo más común, descabezar una siestecita en sus cómodos asientos vibratorios.
[…]
—Procedamos ahora a la oración de cierre del sagrado concilio —atronó la voz del archiarzobispo tercero, en su calidad de árbitro y maestro de ceremonias de la reunión—. Queridos hermanos, recitemos los mandamientos capitales de Nuestra Santa Madre INANE.
La milenaria tradición, al menos desde los últimos quince años, también marcaba que, tras la lectura del Compafu por los novicios, se recitaran en voz alta los ocho mandamientos de la iglesia. Todos se pusieron en pie. Algunos tuvieron que ser despertados de un codazo por sus compañeros de asiento. El Abad se incorporó con un visible esfuerzo.
—Primer Mandamiento —declamó el archiarzobispo tercero—. Y dijo el Profeta: en el Big Bang se formaron las partículas subatómicas, pero fue Dios el que les dio el empujoncito y las puso en movimiento, dando lugar así al comienzo del espacio, del tiempo y, en general, del universo universal.
—Hosanna. Amén. Que así sea —recitaron con júbilo los trescientos treinta y tres miembros del concilio.
El inanismo, o lo que es lo mismo, la INANE, la Iglesia Neopositrónica Adventicia de la Nebulosa Epicéntrica, fue la última gran religión revelada.
La revelación vino de Dios, como era de esperar. Y también como es costumbre, a través de la boca de su Profeta, un tipo conocido por el inusual nombre de Odrusba Lanoicarri.
Ocurrió por aquellos gloriosos años del comienzo de los viajes espaciales y la colonización de la galaxia. Odrusba era natural de Grillo, un planeta habitable, aunque no demasiado cómodo. La mayor parte de su superficie eran planicies áridas, dónde tan sólo crecían algunos hierbajos macilentos, y desiertos arenosos más secos que las calderas del inferno. Al parecer, las religiones monoteístas suelen mostrar cierta querencia por ambientes desérticos.
Según los textos sagrados del Compafu, Odrusba era de origen humilde, hijo de una familia de honrados pastores. Durante los primeros cincuenta y cinco años de su vida, Odrusba Lanoicarri se dedicó a la crianza y ordeño de cabras (la variedad grillona es muy apreciada por el tamaño de sus ubres y la cremosidad de su leche) y a la confección artesanal de queso, sin ningún suceso digno de ser recordado. Hasta que un día en que fue a buscar a Luchi, una cabra díscola que tenía la mala costumbre de escaparse del corral, se perdió en el desierto.
Volvió a casa tres semanas más tarde, para la sorpresa de familiares y vecinos que ya lo habían dado por muerto. Contó que en el desierto Dios se le había mostrado, había hablado con él largo y tendido, y le había encomendado una misión. Sí, esa en la que el lector está pensando: difundir su palabra por toda la galaxia.
[...]
Fragmento de la novela Historias de la Cucaracha.
Pincha en la portada de la novela si quieres saber más, tanto en formato papel como electrónico.
Como mandaba la milenaria tradición desde hacía cincuenta y tres años, tras cada sesión del concilio, se procedía a la lectura del libro sagrado de la INANE: el Compafu, también conocido como los Comentarios de los Padres Fundadores.
El Compafu fue redactado ciento cincuenta años antes, lustro arriba, lustro abajo. En él, los mencionados Padres recogieron las palabras del Profeta, las comentaron, las analizaron, extrajeron las indiscutibles conclusiones, y sentaron las bases de la Santa INANE, incluyendo sus mandamientos, sus dogmas, su liturgia y su jerarquía.
En el centro de la elipse del salón de los concilios, un grupo de novicios se dispuso alrededor del atril de lecturas. Uno de ellos abrió el ejemplar cubierto de arabescos dorados y negros del Compafu, una antigualla impresa en papel que resultaba bastante incomoda de leer, pero que le daba a las ceremonias el boato y la solemnidad que estas requerían. El novicio seleccionó el pasaje que sus maestros le habían aleccionado un rato antes. La lectura duraría hora y media.
Durante ese tiempo, sus santidades conciliares aprovechaban para picar algo, escribir e-mails, visionar alguna peli o, lo más común, descabezar una siestecita en sus cómodos asientos vibratorios.
[…]
—Procedamos ahora a la oración de cierre del sagrado concilio —atronó la voz del archiarzobispo tercero, en su calidad de árbitro y maestro de ceremonias de la reunión—. Queridos hermanos, recitemos los mandamientos capitales de Nuestra Santa Madre INANE.
La milenaria tradición, al menos desde los últimos quince años, también marcaba que, tras la lectura del Compafu por los novicios, se recitaran en voz alta los ocho mandamientos de la iglesia. Todos se pusieron en pie. Algunos tuvieron que ser despertados de un codazo por sus compañeros de asiento. El Abad se incorporó con un visible esfuerzo.
—Primer Mandamiento —declamó el archiarzobispo tercero—. Y dijo el Profeta: en el Big Bang se formaron las partículas subatómicas, pero fue Dios el que les dio el empujoncito y las puso en movimiento, dando lugar así al comienzo del espacio, del tiempo y, en general, del universo universal.
—Hosanna. Amén. Que así sea —recitaron con júbilo los trescientos treinta y tres miembros del concilio.
El inanismo, o lo que es lo mismo, la INANE, la Iglesia Neopositrónica Adventicia de la Nebulosa Epicéntrica, fue la última gran religión revelada.
La revelación vino de Dios, como era de esperar. Y también como es costumbre, a través de la boca de su Profeta, un tipo conocido por el inusual nombre de Odrusba Lanoicarri.
Ocurrió por aquellos gloriosos años del comienzo de los viajes espaciales y la colonización de la galaxia. Odrusba era natural de Grillo, un planeta habitable, aunque no demasiado cómodo. La mayor parte de su superficie eran planicies áridas, dónde tan sólo crecían algunos hierbajos macilentos, y desiertos arenosos más secos que las calderas del inferno. Al parecer, las religiones monoteístas suelen mostrar cierta querencia por ambientes desérticos.
Según los textos sagrados del Compafu, Odrusba era de origen humilde, hijo de una familia de honrados pastores. Durante los primeros cincuenta y cinco años de su vida, Odrusba Lanoicarri se dedicó a la crianza y ordeño de cabras (la variedad grillona es muy apreciada por el tamaño de sus ubres y la cremosidad de su leche) y a la confección artesanal de queso, sin ningún suceso digno de ser recordado. Hasta que un día en que fue a buscar a Luchi, una cabra díscola que tenía la mala costumbre de escaparse del corral, se perdió en el desierto.
Volvió a casa tres semanas más tarde, para la sorpresa de familiares y vecinos que ya lo habían dado por muerto. Contó que en el desierto Dios se le había mostrado, había hablado con él largo y tendido, y le había encomendado una misión. Sí, esa en la que el lector está pensando: difundir su palabra por toda la galaxia.
[...]
Fragmento de la novela Historias de la Cucaracha.
Pincha en la portada de la novela si quieres saber más, tanto en formato papel como electrónico.
jueves, 19 de noviembre de 2015
COCINA INTERESTELAR — o como no morirte de hambre en el espacio
[...]
Se disponían a subir a la nave para disfrutar de un bien ganado almuerzo (o cena tardía, según el reloj de abordo), cuando la Cucaracha se estremeció como si la mano de un gigante invisible la sacudiese desde dentro.
Un
tremor sordo, un trepidar oscuro, hizo que todos se estremecieran
como bamboleados por un terremoto. Un rugido profundo rasgó el aire
diáfano del mediodía.
Saltaron
aterrados de la rampa y corrieron para alejarse de la nave. Se
detuvieron a los pocos metros y se volvieron para observar como las
junturas del casco, por la parte de popa, crujían primero, se
rasgaban después y para terminar se abrían con un chasquido. Para
dar paso a una masa amorfa, viscosa, granulosa, de color blanco
amarillento, que se abría paso a través de las roturas y se
desparramaba como melaza por los alrededores de la astronave.
Horrorizados, contemplaron como el monstruo sin forma rebosaba por el cráter de impacto y, lenta pero inexorablemente, se acercaba hacia ellos. Por fortuna, se detuvo a los pocos metros, solidificándose y aquietándose. Aunque de vez en cuanto una burbuja reventaba en su superficie, como si el interior de la bestia estuviese cociéndose en sus propios fuegos infernales.
Todos
se mantuvieron inmóviles y en silencio ante el dantesco espectáculo.
—¿Qué…
qué es eso? —preguntó Nicéforo con la voz atenazada por el
miedo.
—Nunca
he visto una cosa así —exclamó Ron Calahan.
—¿Transportábamos
algún tipo de forma de vida desconocida en la nave? —preguntó
Paula con voz un tanto llorosa.
—Que
yo sepa no —respondió el capitán—. Pero eso… es…
—¡Me
cago en toda la galaxia y en los jodidos dioses del abismo! —gritó
Ventura con tono de enorme cabreo—. ¡La puta cocina ha reventado!
Por
desgracia, o por fortuna, según se mire, resultó que el bueno de
Ventura Andropoulos tenía razón. Lo que había ocurrido era un
fenómeno bastante improbable, pero de perfecta explicación.
El
monstruo que había sido excretado de la nave, a costa de la
integridad del casco, no era otra cosa que las provisiones de a
bordo.
En
toda nave espacial, la comida es una cuestión importante. Para
surcar el vacío interestelar en viajes cuya duración es casi
imposible determinar, es necesario asegurarse que la tripulación no
se queda sin alimentos antes de volver a casa. Más que nada porque
en estos casos los pioneros del espacio tienen la desagradable
tendencia de empezar a comerse unos a otros. Cuestión más bien
repugnante, aunque suele dar pie a rentables novelas y películas
basadas en hechos reales.
Pero llevar a bordo la cantidad de provisiones suficientes para que un grupo de personas puedan disfrutar de dos o tres comidas diarias durante meses, o quizás años, supone que la mayor parte de la nave tendría que ser dedicada a despensa.
Por
fortuna, el arte de la gastronomía espacial encontró la solución
al problema hace ya mucho tiempo: la superliofilización en polvo.
El
proceso era de lo más sencillo. Cualquier comida podía ser
desecada, ultracongelada al vacío, liofilizada, desmenuzada y
reducida a un montoncito de polvo que se guardaba en una cómoda
bolsita de plástico. Bastaba con poner la bolsita del polvo en una
bandeja, añadir algo de agua y meterla en el microondas. En un par
de minutos se podía disponer de la más variada gama de ágapes:
pollo al curry, bacalao al pilpil, macarrones a la boloñesa,
ensalada de endivias e incluso un banana split con crema de
chocolate.
Esto
significaba que la nave debía transportar la suficiente cantidad de
agua para uso culinario. Aunque todos los líquidos de la nave,
incluyendo el agua y residuos líquidos del baño, eran continuamente
reciclados, el tanque de agua solía ser de un tamaño considerable.
El tamaño de dicho tanque se podía reducir mediante la
superliofilizar en polvo del agua, claro está. Pero eso suponía que
para reconvertirla en agua líquida adecuada para el consumo había
que echarle agua, lo cual hacía necesaria la presencia de un segundo
tanque. Así que estamos en las mismas.
La
tragedia para los tripulantes de la Cucaracha fue que el
desastroso aterrizaje hizo que la cocina quedase patas arriba. Todos
los alimentos superliofilizados en polvo se derramaron de sus
contenedores, esparciéndose por todas partes. A esto se añadió que
el tanque principal de reserva de agua se rajase de arriba abajo. El
polvo alimenticio derramado absorbió la avalancha de agua que se le
vino encima. La enorme masa de mil sabores empezó a hincharse e
hincharse, hasta que reventó la popa de la nave, causando el horror
y la estupefacción de sus tripulantes.
Una vez comprendido por todos qué demonios había pasado, subieron a la nave. Con infinita desolación comprobaron que la cocina y la despensa de a bordo estaban en estado de desastre total. Todas las provisiones se habían inutilizado, fusionadas para siempre en una mezcolanza desquiciadora. No les quedaba una gota de agua.
—Moriremos
aquí, de hambre y de sed —lloriqueó el navegante Nicéforo. Se
arrodilló en el suelo y dejó caer la cabeza sobre el pecho.
Paula
se arrodilló junto a él. Pasó su brazo sobre los hombros del
muchacho y le dio suaves palmaditas en la cabeza a modo de consuelo.
Intentó decirle algo para reconfortarlo, pero no encontró las
palabras adecuadas.
[...]
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tanto en formato papel como
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