¿Quieres ayudar a tu país en la lucha contra la pandemia?
La SECOP (Secretaría de Estado para el Control de Plagas) te necesita.
Para ser contratado por la
SECOP no necesitar sacar unas oposiciones, pero tendrás que someterte a un intenso y
especializado entrenamiento.
Aquí puedes hacerte una idea
de en qué consiste ese entrenamiento que te convertirá en un experto en la
defensa anti-zombis.
Lección 1
Lección 2
Lección 3
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Entrenamiento
Zombi
Lección 4
—Un zombi no
respira, su sangre no circula. Por lo tanto, no hay transporte de oxígeno ni de
nutrientes. Su cuerpo funciona gracias a un mecanismo de fermentación
anaeróbica y difusión por ósmosis —explicó el instructor Federico López de
Aguirre a sus alumnos en el centro de instrucción de la SECOP en Tres Cantos.
El mostacho del
instructor llegó incluso a temblar ligeramente, denotando así la dificultad que
tenía su dueño a la hora de pronunciar las palabras y conceptos que trataba de
explicar a sus alumnos de Tres Cantos.
—¿Cómo funciona
eso exactamente, don Federico?
La mirada del ex sargento
de la Guardia Civil estuvo a punto de derretir al inconsciente miembro de la
clase.
—No soy médico,
señor Lluch. Así que no me pregunte detalles sobre cosas científicas ni como
coño es posible que un zombi haga lo que hace. Pero según me han contado, los
chicos del laboratorio están tratando de desentrañar los misterios de la
fisiología de esos malditos come-personas. Si desean conocer más detalles,
léanse los memorándums en su dosier.
Federico López de
Aguirre podía tener el bigote más mostachoso de todas las fuerzas armadas. Pero
como instructor y profesor, sus habilidades eran firmes y contundentes, y de
una nulidad que rayaba la perfección. Cuando no sabía algo, lo que ocurría
bastante a menudo, simplemente vetaba cualquier intento de sus pupilos en
seguir cuestionando sobre el asunto.
El instructor se
paró unos segundos para releer sus notas antes de continuar con sus
explicaciones.
—El metabolismo
anaeróbico del zombi produce la acumulación de los ácidos lácticos y úricos en
articulaciones y tendones. Eso podría explicar los desmañados y aparentemente
torpes movimientos de los zombis. Sin embargo, esto no afecta en absoluto a su
movilidad, pues son incapaces de experimentar el dolor que la acumulación de
dichos metabolitos ocasionaría en las articulaciones de personas vivas.
Federico levantó
la vista de los papeles que tenía en la mano, los dejó sobre la mesa, y paseó
su mirada de hielo por toda la clase.
—No se dejen
engañar por su aspecto de tontorrones aturdidos. Cuando no hay presas cerca,
los zombis parecen simplemente marionetas idiotas deambulando sin objetivo.
Probablemente eso es todo lo que hacen.
—Pero un zombi
tiene un olfato fino como el de un perro. En cuento les huelan, se les echarán
encima con una rapidez sorprendente. Y no cesarán en su empeño. Un zombi no
sabe usar una escalera de mano, pero puede subir por ella si ya está colocada.
Pueden correr, saltar, agarrar y sortear pequeños obstáculos. Si no interponen
una barrera importante entre ustedes y ellos, tengan por seguro que los
alcanzarán.
La clase prestaba
suma atención a las explicaciones del instructor, que todos suponían basadas en
la experiencia personal del ex guardia civil.
—Olvídense de lo
que han visto en las películas. Los zombis no andan como sonámbulos con los
brazos hacia adelante y gruñendo por lo bajo. Los zombis no emiten ningún tipo
de sonido. No entra aire en sus pulmones. Ni gruñidos, ni rugidos, ni gritos ni
ronquidos. Si no los oyen venir, lo siguiente que oirán será el chasquido de
sus dientes al morder la carne fresca. La carne de ustedes.
—Los zombis no se
organizan. No tienen líderes, ni jefes ni centros de mando. No planean
estrategias. Su fuerza está en su número y en su determinación. Su objetivo es
único y el mismo para todos: devorarnos.
—A los zombis no
se les puede derrotar por asedio, ni por hambre ni sed. Ni tiene efecto alguno
contra ellos la guerra sicológica, la manipulación informativa ni el chantaje.
No hay posibilidad de negociación, intercambio de prisioneros ni firma de
acuerdos. Contra los zombis sólo hay dos posibilidades: o caen ellos, o caen
ustedes.
—De forma
instintiva, los zombis atacan las partes más vulnerables y vitales de sus
víctimas. El cuello, la cara, el vientre, los muslos... Pero un arañazo o
mordisco en cualquier parte es suficiente para infectarse. Olvídense de las
tonterías que hayan podido escuchar por ahí. No hay personas inmunes frente a
la pandemia zombi. El porcentaje de infección es del cien por cien.
Un día, Federico
López de Aguirre entró en clase portando pequeñas botellas de agua. Dejó una
frente a cada alumno, sobre la mesa, junto a una píldora alargada de color rosa
pálido. Después conectó el portátil al proyector y bajó las persianas del aula.
Los alumnos se miraron unos a otros con expresiones de extrañeza.
—¿Qué es esto,
don Federico?
—¿Usted qué cree,
señor Lluch?
—Pues… parece una
píldora.
—Muy agudo por su
parte, señor Lluch. Veo que la SECOP ha hecho una magnífica adquisición con
usted.
Federico encendió
el proyector, se sentó en la esquina de su mesa y hojeó unos segundos sus
notas.
—La píldora que
les he colocado sobre la mesa es para que se la traguen, por supuesto. Y la
botellita de agua es para ayudarles en la empresa. Así que adelante, tómense la
pastilla.
Los alumnos
dudaron.
—¿Qué tienen
estas pastillas, don Federico?
—Algo que les
ayudará.
—Sí, pero…
—Ni peros ni
hostias. Tráguense la puta pastilla de una vez.
Poco a poco,
todos obedecieron. Aunque la tensión en el aula parecía haberse hecho casi
sólida.
El instructor
leyó sus notas.
—Lo que acaban de
tomar lleva un cóctel con diversos fármacos. Entre ellos se encuentran
inhibidores de la recaptación de serotonina, bloqueadores beta,
benzodiacepinas, antagonistas alfa-adrenérgicos y glucocorticoides. Tiene
efectos ansiolíticos, antidepresivos, calmantes y estabilizadores.
La inquietud y el
desconcierto se dibujaron en las caras de los alumnos.
—Les ayudará para
reducir el estrés, la ansiedad, irritabilidad, cambios degenerativos de humor,
insomnio, disminución de la libido, malestar psicológico y depresión. Es decir,
les ayudará a suavizar las pesadillas y los malos rollos asociados a las
personas que sufren trastorno por estrés postraumáticos.
Los rostros
seguían perplejos.
—El trastorno por
estrés postraumático —continuó el instructor—, también llamado TEPT, es una
afección sicológica como consecuencia de la exposición a un evento traumático
de orden físico, acompañado con una severa reacción emocional. La píldora que
acaban de tomar tiene tanto efectos preventivos, para reducir el impacto de la
exposición traumática antes de que esta ocurra, como paliativos después de la
misma. Son comprimidos anti TEPT, por los que, obviamente, se les llama
píldoras ATEPT.
El silencio zumbó
en la clase.
—¡No sean
estúpidos y no me miren con esa cara, coño! ¿Dónde se creen que están? Ahora
trabajan para la SECOP. Tarde o temprano tendrán que lidiar con personas
afectadas por la pandemia zombi. Incluso quizás tengan que lidiar con los
propios zombis. Aunque espero por su bien que eso no les llegue a ocurrir
nunca. Las pastillas les ayudarán a no perder la chaveta.
—¿Tenemos que
tomar estas pastillas cada día?
—No diga
tonterías, señorita Morales. ¿Qué quiere, convertirse en una puta adicta al
Prozac, los ansiolíticos y los antidepresivos? Las píldoras las tomarán cuando
las circunstancias así lo requieran, para lo que serán oportunamente informados
por sus superiores. Claro que aquellos de ustedes destinados al sur del
paralelo harán bien en tenerlas a mano. Pero no abusen. Aunque su trabajo tiene
plus de peligrosidad, la seguridad social no va a pagar por todas sus miserias.
—¿Y por qué nos
ha hecho tomar hoy estas pastillas?
—Porque consideré
que serían de cierta ayuda antes de que vean lo que quiero mostrarles.
El profesor apagó
las luces de la estancia y activó la proyección.
Como casi
cualquier persona en el planeta con acceso a un televisor o a internet, los
alumnos de Tres Cantos habían visto multitud de vídeos sobre la pandemia zombi
en Andalucía. Pero el Ministerio del Interior y la SECOP parecían estar en
posesión de una colección de especial truculencia. Eran en su mayoría
grabaciones tomadas por cámaras de seguridad en aparcamientos y centros
comerciales. Las últimas palabras de víctimas rodeadas por zombis pocos minutos
antes de caer en manos de los monstruos.
Dos de los
alumnos tuvieron que abandonar la clase en medio de la proyección y correr al
baño para no vomitar delante de sus compañeros.
Esa noche, apenas
hubo conversaciones durante la cena.
En esa cena, la
mayoría de los comensales dejaron la comida intacta sobre los platos.
Pero el malestar
físico o psíquico de los estudiantes no era óbice para interrumpir las clases.
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Fragmentos
de la novela IBERIAN PARK, la respuesta zombi a la crisis, en concreto
los correspondientes los capítulos Palco.1, Palco.2 y Palco.4.
En
estos extractos podrás conocer el entrenamiento estándar al que son sometidos
los funcionarios del Ministerio Zombi.
Una
novela única que te permitirá contemplar la Matrix a la que estás enchufado sin
remedio (el sistema monetario) desde una perspectiva diferente.
Y sí,
como en toda buena novela de zombis, encontrarás tripas y sesos desparramados a
mansalva. Y muchas otras cosas más que no te imaginas.
Pincha en la portada de la novela si
quieres saber más.
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