¿No comprendes el porqué de
la crisis económica, el paro o los desahucios?
¿No acabas de entender porqué tu salario cada vez vale menos
mientras las cosas cada vez cuestan más y tienen peor calidad?
¿Alguna vez te has preguntado qué es el dinero,
de dónde viene y a dónde va?
¿Estás hasta la entrepierna de sentirte ahogado entre
hipotecas, impuestos y recibos?
¿Estás cansado de seguir siendo un perdedor por mucho que te
esfuerces?
Apenas puedes percibirla, así que mucho menos podrás romper
sus barrotes y alcanzar la libertad.
Leer la novela Iberian Park, la respuesta zombi a la crisis tampoco te ayudará a
escapar, pero te ayudará a comprender un poco mejor la cárcel en la que vives.
A continuación, podrás disfrutar del cuarto de una serie de
fragmentos de la novela, a modo de pequeñas lecciones, que te mostrarán parte
de esa MATRI$$$ en la que estás
atrapado.
Política y Economía zombi
Lección 4
—Pero
la gente va abriendo los ojos y se da cuenta de lo que ocurre —afirmó Mónica—.
Ya casi nadie ve a los gobernantes como los legítimos representantes de la
ciudadanía. Todo el mundo acepta que los políticos son una banda de corruptos
que se muerden unos a otros por llegar al poder para enriquecerse ilegalmente.
Las instituciones públicas no se perciben como entidades al servicio del
ciudadano para cumplir y hacer cumplir las leyes, sino como guaridas para
preservar los privilegios de los que mandan. Eso es a todas luces insostenible.
Tarde o temprano, la situación estallará. La pandemia zombi ha puesto nuestro
país al borde del desastre. La tensión social es insoportable.
—No
tienes una opinión muy buena de nuestro país, ¿verdad? —dijo Antonio.
—¡Oh,
no! No me malinterpretes. España es un país cojonudo, en muchos aspectos. En
las encuestas en el extranjero, España puntúa siempre relativamente bien en
cuestiones de ocio, culturales y demás. A muchos extranjeros les gusta cómo
vivimos y les gusta vivir aquí. Pero de nuestras instituciones políticas y
económicas no se fían un pelo.
—Somos
el país de la juerga.
—Tampoco
es eso, Antonio. Aquí viene mucha gente de fuera, no sólo rumanos en la miseria
ni británicos borrachos de esos que se tiran a la piscina desde un balcón. En
España hay muchas cosas. Y mucha gente de fuera sabe apreciarlo. Aunque aquí
tenemos un problema de asociacionismo.
—¿Asociacionismo?
—Sí.
Tenemos un nivel de asociacionismo mucho más bajo que en otros países. Nos
cuesta confiar en nuestro vecino de al lado. Y si uno no confía en sus vecinos,
¿cómo va a confiar en las instituciones? Tenemos que centrarnos más en la
confianza mutua, y menos en la envidia o en la ira, que son dos de nuestros
grandes defectos.
—Veo
que no sólo sabes de informática —dijo Antonio.
—Me
gusta leer sobre cosas distintas —respondió ella con un encogimiento de hombro.
—¡Aja!
Los
dos volvieron a beber de sus sendas copas. El Valdepeñas bajaba bien.
—Por
cierto, ahora que me acuerdo. Mi madre me dijo el otro día que tú te marchaste
a Madrid a estudiar derecho. Pero trabajas de informática.
Una
nube sombría cruzó el rechoncho rostro de Mónica.
—Empecé
derecho, pero lo dejé en el segundo año —dijo—. No fui capaz de soportarlo.
—¿Soportar
el qué?
—El
sistema. Es perverso, a todos sus niveles.
—¡Aja!
Y ahora me lo explicarás, ¿no? —dijo Antonio poniendo los ojos en blanco.
Ella
volvió a sonreír.
—Claro,
tonto. Verás. Te pondré un ejemplo, para que lo entiendas mejor.
—Claro,
claro. ¿De qué ejemplo se trata?
—El
de los autónomos y las sociedades anónimas.
Antonio
enarcó las cejas.
—Verás
—explicó Mónica—. Tú empiezas un negocio como autónomo. Si las cosas van mal,
respondes de las deudas contraídas frente a terceros con todos tus bienes, presente
y futuros, ya que la ley no contempla distinción entre el patrimonio mercantil
y el civil. ¿Me sigues?
—Sí.
—Vale.
Es decir que, si tú eres un pobre diablo que se está partiendo la espalda para
salir adelante, y el negocio fracasa, normalmente por factores que están más
allá de tu control, como por ejemplo, que tienes que pagarle el IVA a Hacienda
aunque aún no hayas cobrado las facturas, lo pierdes todo. Pierdes tu casa, tu
dinero, tu negocio, todo. Y si estás casado y no tienes separación de bienes,
tu mujer lo pierde todo. Y si un primo tuyo o tus padres te firmaron como
avalistas, también lo pierden todo. Todo lo que tengas y todo lo que puedas
tener en un futuro. Como tienes deudas, por ley, el banco siempre se llevará
cualquier beneficio que obtengas. Nunca volverás a levantar cabeza, nunca
podrás prosperar. Te conviertes, de facto, en un esclavo de tus acreedores,
que, en la mayoría de los casos, es el banco.
—Me
suena la historia.
—Sí.
Hay muchos que han acabado así. Es uno de los modernos tipos de esclavitud más
extendido.
—Hombre,
esclavitud me parece un poco excesivo.
—Esclavitud,
Antonio —dijo Mónica sacudiendo la cabeza—. Desengáñate. A pesar de todos
nuestros avances científicos, de todas las revoluciones que ha habido, de la
Ilustración y el Renacimiento, seguimos viviendo en una sociedad esclavista.
Como en los tiempos de los faraones o de los emperadores romanos. Sólo que la
esclavitud se camufla bajo formas diversas. La humanidad sigue dividiéndose en
propietarios y propiedades.
Antonio
no dijo nada, pero la expresión de su rostro reflejó de todo menos alegría.
Mónica
se llevó una croqueta a la boca, la masticó deprisa y bebió un corto trago de
vino.
—Por
otra parte, están las sociedades anónimas —continuó—. En una sociedad anónima,
el socio o los socios no responden personalmente de las deudas contraídas por
la empresa. Es decir que, si la empresa se va a la mierda, los empleados van a
la calle y al paro. Ellos son los que pierden. Pero a los directivos no se les
toca un pelo. Ninguna va a perder sus mansiones, sus yates, sus cochazos ni sus
cuentas en Suiza. ¿Y cuál es el epítome de sociedad anónima? Pues los bancos, claro.
Entonces la pregunta es… ¿por qué el autónomo no se inscribe como sociedad
anónima?
—Buena
pregunta.
—Pues
no lo hace por la burocracia. Es tan infernal, que un autónomo no tendría
tiempo para trabajar y llevar su negocio si tuviese que encargarse de todo el
papeleo. Además, la carga impositiva es brutal. A eso añádele permisos,
licencias, estudios de peritaje sobre infinidad de chorradas y todo lo demás.
El pobre autónomo simplemente se ahoga. O lo hace todo en negro. Sólo la
sociedad anónima, de socios ricos, tienen el dinero para pagarle a un
chupatintas que se encargue del papeleo. Es decir, el sistema está montado de
tal manera que se favorece al rico, al fuerte, al poderoso, mientras se machaca
y oprime al débil que sólo trata de mejorar su situación y la de su familia.
Eso a pesar de que son esos pobres desgraciados, dispuestos a dejarse la piel,
los que proporcionan riqueza, bienestar y progreso a la sociedad. La mayor
parte de la generación de empleo y riqueza sale de las PYMES. Pero como las leyes
las hacen los que están arriba, los de abajo no tienen la menor oportunidad.
—Sí
que es perverso, sí.
—Por
eso abandoné la carrera de derecho. No llegué a acabar el segundo año. No tuve
estómago para ello. Me dediqué a la informática. Las máquinas son mucho más
humanas.
[...]
Fragmentos de la novela IBERIAN PARK, la respuesta zombi a la crisis, en concreto los correspondientes los
capítulos Palco.6 y Palco.7.
Una novela única que te permitirá
contemplar la realidad en que vives (el sistema monetario) desde una
perspectiva diferente.
Y sí, es una novela de zombis. Así que
encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más
que no te imaginas.
Pincha
en la portada de la novela si quieres saber más.
Si
te atreves, aquí puedes disfrutar del booktrailer.
Puedes encontrar la
novela tanto en formato papel
como electrónico
y también en Amazon.
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