¿No comprendes el porqué de
la crisis económica, el paro o los desahucios?
¿No acabas de entender porqué tu salario cada vez vale menos
mientras las cosas cada vez cuestan más y tienen peor calidad?
¿Alguna vez te has preguntado qué es el dinero,
de dónde viene y a dónde va?
¿Estás hasta la entrepierna de sentirte ahogado entre
hipotecas, impuestos y recibos?
¿Estás cansado de seguir siendo un perdedor por mucho que te
esfuerces?
Apenas puedes percibirla, así que mucho menos podrás romper
sus barrotes y alcanzar la libertad.
Leer la novela Iberian Park, la respuesta zombi a la crisis tampoco te ayudará a
escapar, pero te ayudará a comprender un poco mejor la cárcel en la que vives.
A continuación, podrás disfrutar del octavo y último de una serie de
fragmentos de la novela, a modo de pequeñas lecciones, que te mostrarán parte
de esa MATRI$$$ en la que estás
atrapado. Si las has seguido todas, quizá el cursillo te haya aprovechado o, al menos, te haya hecho pensar.
Política y Economía zombi
Lección 8
—En
definitiva —dijo Mónica—, la estrategia del angelito consiste en ayudarse unos
a otros. En solidaridad y apoyo mutuo. Que si al funcionario le rebajan el
sueldo si falta al curro porque está enfermo, pues sus compañeros cubren su
trabajo para que no se note la falta. Si al vejete no le llega para comprar
todas las medicinas que necesita, pues los vecinos le regalan las sobras de
pastillas y jarabes que tengan en casa. Frente a la avaricia e iniquidad de
nuestros gobernantes, bondad y generosidad. Así de simple y así de complicado.
—¡Hum!
Como teoría no suena mal. Pero mucho me temo que es imposible que funcione.
—¿Por
qué?
—Porque
aquí la gente no se ayuda, sino que se tira a la yugular del vecino a la
primera ocasión. ¿Funcionarios cubriéndose las bajas unos a otros? ¡Ja! En dos
minutos aparecería una legión de espabilados que intentarían aprovecharse de la
situación. El escaqueo es nuestro gran deporte nacional.
Mónica
dejó escapar un suspiro.
—Ese
es el gran problema de nuestro país —dijo—. Nos comportamos como unos hijos de
puta y luego pretendemos que nuestros gobernantes sean distintos.
Antonio
no pudo menos que asentir. Eso, y darle otro trago al combinado de ginebra.
—¿Y
cuál es la estrategia del diablillo? —preguntó Antonio.
—Según
algunos activistas y blogueros antisistema, es lo que se llama violencia
dirigida. Aunque también hay quien lo llama desobediencia responsable, que
suena algo menos… violento —sonrió Mónica.
—Bonitos
nombres —replicó Antonio con un levantamiento de cejas.
—Se
trata de joder la marrana, como siempre, pero de forma calculada y con blancos
específicos.
—Me
estoy liando.
Mónica
sacudió la cabeza. Sus ojos avellana chispearon y sus manos de pianista
bailaron como mariposas de marfil.
—En
vez de salir a la calle y quemar contenedores, o destrozarle el escaparate al
tendero de la esquina, que es otro pringado igual que tú, te vas a joder a aquellos
que te están jodiendo a ti —explicó Mónica—. Algunas de las propuestas lanzadas
a la red son de lo más interesantes.
—¿Por
ejemplo?
—Vete
al chalé del gerifalte de turno y le jodes las ventanas a pedradas. Méate en el
portal del apartamento de lujo de la ministra ágrafa que sólo se rasca el coño.
Ráyale el coche oficial al secretario corrupto. Vete al colegio donde van los
nietos del presidente del banco que engañó a los jubilados y les cuentas a los
niños que su abuelito es un ladrón. Métete en toda boda, bautizo, comunión y
mitin de cualquier político y se lo revientas. Échale un bote de pintura al
abrigo de visón de la esposa del ministro.
—La
mayoría de esos tipos tienen guardaespaldas y servicios de seguridad —dijo
Antonio con una amplia sonrisa.
—Cierto.
Pero ya hay antecedentes. Algunos colectivos han iniciado campañas de asedio a
políticos, sobre todo del PEPE. A la presidenta de la comunidad de Madrid le
asaltaron la casa. También al presidente de Extremadura y al ministro de
justicia. Las fachadas de muchas sedes de partidos políticos están llenas de
huevos un día sí y otro también. La gente abuchea a los políticos de cualquier
signo si se los cruza por la calle. A más de un concejal le han calentado los
morros a golpes. Los escraches, los acosos a nuestros queridos dirigentes, se
han convertido ya en parte habitual de la vida política de este país. Es la
manera en la que el pueblo se revuelve contra aquellos que lo están asfixiando.
Los escraches, por ejemplo, serían un ejemplo moderado de la estrategia del
diablillo. Greenfight tiene un departamento dedicado en exclusiva al acoso y
hostigamiento personal de altos cargos públicos, banqueros y especuladores.
—El
gobierno se ha apresurado a promulgar leyes prohibiendo los escraches.
—La
cobardía es una de sus marcas de fábrica.
—Además,
la violencia sólo genera violencia.
—Bueno,
la parte de violencia en «violencia dirigida» no es por nada. Las hostias van a
llover de todas formas, eso es seguro —replicó Mónica. Las chapetas en sus
mejillas estaban a punto de saltar al infrarrojo.
—Serviría
para rellenar el telediario, eso sí. Pero tampoco me convence. Los del 15M ya
se cansaron de protestar y al final no sirvió de mucho.
—Muchos
desahucios se han parado gracias a que la gente se plantó frente al sistema.
—Eso
es cierto.
—Pues
hay que seguir, Antonio. Es la única manera. Lo que pasa es que siempre
acabamos por desinflarnos. Nos cansamos y nos desunimos. Pero mantenernos
unidos y constantes es la única posibilidad que tenemos frente a esos malnacidos.
Si no, seguiremos siendo meramente propiedad de unos cuantos.
Antonio
asintió. Era de lo más sorprendente la pasión beligerante con que Mónica
soltaba sus diatribas frente a todo lo que estaba mal en el mundo. Una persona
que vivía prácticamente pegada a la pantalla de su ordenador, que apenas
interaccionaba con otros seres humanos, excepto a través de un teclado, parecía
estar profundamente preocupada por salvar a la humanidad. Quizás esa ansia de
solidaridad era una respuesta frente a la soledad de la chica gorda. Aunque
tiene unas manos preciosas, se dijo.
—¿Y
tú qué estrategia sigues, la del angelito o la del diablillo? —preguntó
Antonio.
Una
sombra cruzó el rubicundo y rubenesco rostro de Mónica.
—Ninguna
de las dos —respondió.
—¡Ah!
—fue todo lo que Antonio acertó a replicar. Se preguntó si había cruzado alguna
línea roja que no supo ver.
El
silencio volvió a planear entre los vasos vacíos. Pero esta vez no era un
moscardón, sino un pterodáctilo de alas membranosas.
—Hace
mucho tiempo que comprendí que la única manera de sobrevivir no es ni
enfrentándote a ellos ni jugando su juego —dijo Mónica al fin—. Sino
desapareciendo. Escondiéndote bajo la línea del radar. Desplazándote con sigilo
entre las ranuras del sistema. Soy un pequeño ratoncillo que corretea por los
huecos de los tabiques y los conductos de ventilación.
—¿Por
eso dejaste los estudios?
—Claro.
Nos engañaron, Antonio. Pensamos que las miserias y las penurias eran cosa de
nuestros abuelos. Que todos tendríamos un chalet con piscina, un cochazo y un
marido guapo y elegante. Así que estudiamos y nos hicimos ingenieros, abogados,
médicos, investigadores, matemáticos. Íbamos a tener carreras de éxito y
disfrutaríamos de la buena mesa y la música de moda. Entonces nos dimos el gran
bofetón. Apareció un monstruo de siete cabezas echando hipotecas subprime por la boca y nos dimos cuenta de
que el baile se había acabado y ya no había sillas para nadie. Mientras, la
nobleza de ricos y banqueros viven una nueva Edad Media en sus latifundios
capitalistas. Y nuestros padres, que se sacrificaron para que sus hijos
cumpliesen sus sueños de prosperidad, nos ven ahora asomando la cabeza entre
los añicos del sueño roto.
Antonio
enarcó las cejas. Mónica debía de escribir y leer ese tipo de frases y citas mil
y una veces para soltarlas así en una conversación.
—Perra
vida —fue todo lo que se lo ocurrió decir.
—Por
eso dejé la carrera. No estaba dispuesta a joderme los mejores años de mi vida
por un futuro que hacía ya mucho tiempo se veía claro que nunca iba a llegar
—dijo Mónica.
—Haces
bien.
—Claro
que sí —replicó Mónica con un hondo suspiro—. Nos engañamos, Antonio. Para la
mayoría de la gente, en los momentos más felices de su vida no aparecen coches
caros ni casas enormes. Lo que en realidad nos importa son otras cosas. No hay
ningún momento de la felicidad que nos quisieron inculcar que puede rivalizar
en plenitud con una humilde cena con vino barato, en vasos de Nocilla, y
después acabar el día con una mano amorosa y confiada posada en tu pecho antes
de rendirte a Morfeo.
Antonio
tragó en secó y notó que un pellizco se le agarraba en la boca del estómago.
¿En brazos de quién te rendiste tú a Morfeo, Mónica? Pero no se atrevió a hacer
la pregunta en voz alta.
—Cada
vez somos más los de nuestra generación que vamos descubriendo en qué consiste
en realidad la felicidad y la perfección. Heredamos unos conceptos equivocados
de nuestros padres, tan equivocados como nosotros, y eso nos confundió al
principio. Pero finalmente, y gracias a nuestro bagaje y nuestras experiencias,
muchas veces dolorosas, estamos llegando a nuestro propio conocimiento de la
base de la felicidad. En nosotros está el luchar por nuestras ideas o por las
de ellos.
[...]
Fragmentos de la novela IBERIAN PARK, la respuesta zombi a la crisis, en concreto los correspondientes los
capítulos Palco.6 y Palco.7.
Una novela única que te permitirá
contemplar la realidad en que vives (el sistema monetario) desde una
perspectiva diferente.
Y sí, es una novela de zombis. Así que
encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más
que no te imaginas.
Pincha
en la portada de la novela si quieres saber más.
Si
te atreves, aquí puedes disfrutar del booktrailer.
Puedes encontrar la
novela tanto en formato papel
como electrónico
y también en Amazon.
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