domingo, 6 de septiembre de 2015

¿Tú para qué coño escribes?

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Traducción al español del artículo «What the fuck are you writing for?» publicado en inglés el 27 de agosto de 2015 en la página web LitReactor.com por Cath Murphy, editora de opinión en dicha página.
No hay ánimo de plagio, ni de lucro, en esta traducción, sino de respeto y admiración. El artículo me pareció tan interesante y ameno que decidí que merecía la pena traducirlo y ponerlo así al alcance de aquellos amantes de la escritura y la lectura que no dominan la bella lengua de Shakespeare. Espero que ni Cath Murphy ni LitReactor.com se enfaden por ello (si alguna vez llegan a saber de mi existencia, claro).
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Así que... ¿por qué escribes?
Seguro que te has hecho a ti mismo esa pregunta. O la has leído en algún foro sobre escritura en alguna parte. Todos nos hacemos la misma pregunta en algún momento, por lo general cuando se vuelve intensa la necesidad de justificar el tiempo, el esfuerzo y la angustia. Después de un montón de rechazos o cuando un conocido consigue publicar. O cuando relees lo que escribiste el día anterior y haces una mueca de dolor.
¿Por qué coño estoy haciendo esto?
Después de todo, podrías estar viendo un programa de cocina. O pasar el rato con tu mejor amigo o amiga. O lanzarle un frisbee a tu perro. Podrías estar haciendo toda una serie de cosas mejores, más agradables, cosas más productivas. Pero en lugar de ello vuelves a la pantalla, noche tras noche, y persigues esas insidiosas palabras por los insidiosos agujeros de conejo.
Cuando la pregunta surge en un foro sobre escritura, recibe una gran respuesta. Nosotros mismos nos hemos hecho la pregunta, así que ahora queremos que el mundo escuche nuestras respuestas. Queremos que todos sepan que nuestra escritura tiene una razón. Que es algo más que una mera pérdida de tiempo.
¿Cuáles son esas respuestas? Aquí están algunas:
  • Escribo para darle una voz a la gente dentro de mi cabeza.
  • Quiero ver la cara de mis padres cuando les de una copia de mi libro.
  • He soñado con ser escritor desde que tengo memoria.
  • Escribo porque mis personajes parecen reales para mí y quiero contar sus historias.
  • Escribo porque me ayuda a hacer frente a mis demonios.
  • Escribo porque quiero compartir mi experiencia con otros.
  • Escribo porque eso significa que puedo vivir a través de experiencias que normalmente no tendría.
  • Escribo porque me hace feliz.
  • Escribo porque debo hacerlo. Simplemente debo.
  • Escribo para poder expresarme.
Estos son algunos ejemplos reales de respuestas a la pregunta «¿Por qué escribes?». Las personas que dieron estas respuestas creen plenamente que son buenas razones para escribir.
Están equivocados. Cada una de estas razones es una mierda.

Deja de mentir. ¿Por qué escribes realmente?
Las razones anteriores no sólo son sandeces. Son también mentiras. Porque en palabras de Gregory House: todo el mundo miente.
Mentimos sobre la cantidad de alcohol que bebemos, cuanto comemos o cuanto ejercicio hacemos. Mentimos acerca de nuestros logros y nuestros fracasos. En nuestras cabezas tenemos una versión de nosotros mismos que es más guapa, más fuerte, más delgada y más inteligente que el original, y aunque ocasionalmente miremos en el espejo y comprendamos que nuestro yo imaginario y nuestro yo real no coinciden, se trata de un pensamiento secreto que rara vez se comparte. Mentimos para mantener la realidad de este yo ilusorio, y el rasgo imaginario que con más ardor defendemos es que, a pesar de toda la evidencia de lo contrario, somos una buena persona.
En nuestro interior admitiremos ser débiles, o indecisos, o perezosos. Incluso admitiremos las tres cosas cuando la hora es tardía, los números se desvanecen y el estado de ánimo se vuelve confesional. Estos son todos los pecados aceptables, los que nos hacen más daño a nosotros mismos que a los demás. Pero también todos cometemos pecados que no les confesaríamos a nadie. Abusamos. Envidiamos. Anhelamos poder. Admitir esas cosas significa admitir que no somos buenas personas. Y admitir que no somos buenas personas significa mirar al abismo de la psique humana y darse cuenta de que la bondad es una ilusión y estamos todos verdaderamente jodidos.
Estas son algunas de las razones por las que realmente escribimos:
  • Quiero que todos escuchen lo que tengo que decir.
  • Quiero que todos sepan lo mal que lo he pasado.
  • Quiero que la gente sienta lástima de mí.
  • Quiero que otras personas se den cuenta de lo equivocados que están sobre mí.
  • Porque cuando publique, todo el mundo verá lo listo que soy.
  • Porque cuando publique, voy a revolcarme en la adulación de los demás.
  • Porque cuando publique, podré hacer que mis rivales se sientan mal.
Podríamos afirmar que escribimos para darle voz a nuestros personajes o para sumergirnos en la alegría de las palabras o para compartir nuestros mundos imaginarios con otros. Pero esas son razones de buena persona. En el fondo, escribimos realmente porque anhelamos compasión o atención. Escribimos con la esperanza del éxito, porque creemos que eso nos otorgará el poder que merecemos.
¿Pero acaso tiene importancia? Nuestras razones para escribir quizá no parezcan demasiado bonitas cuando levantamos nuestra losa interior y vemos como esas razones se escabullen reptando hacia la oscuridad, pero... ¿a quién le importa? Después de todo, se trata sólo de escribir. ¿A quién le importa una mierda por qué lo hacemos?

¿Por qué los libros son demasiado importantes para andar jodiendo con ellos?
En su libro Los ángeles que llevamos dentro. El declive de laviolencia y sus implicaciones, el psicólogo experimental Steven Pinker describe cómo les gustaba entretenerse a las personas que vivían en la Europa del siglo XIV. Dado que no había tele, no podían contemplar demostraciones en directo sobre como hornear un pastel o compartir su potaje con un admirador. Les gustaba clavar gatos vivos en una estaca y turnarse para golpearlo hasta matarlo con sus propias manos. Por aquel entonces, la gente no sólo mataba gatos, también solían matarse entre sí. En cualquier momento y de forma horrible. La tortura, parte aceptada en un proceso legal, también era un espectáculo de masas. La gente acudía para ver cómo otras personas eran quebradas y torturadas en las ruedas e instrumentos de tortura. 
La violencia era habitual, generalizada y legítima. Con la excepción de unos cuantos focos de desorden, en la actualidad no es así. ¿Por qué?
Pinker identifica varias razones por las que ya no perseguimos a los cerdos con garrotes como pasatiempo. Es lo que llama el Proceso Civilizador. Los elementos del Proceso Civilizador comprenden: un Estado centralizado y poderoso (lo siento, libertarios, pero es lo que hay), un modelo económico moderno, con muchas oportunidades para el comercio y... esperen un momento.. la alfabetización.
El argumento de Pinker es el siguiente: la lectura, en particular la lectura de ficción, requiere que se vea el mundo desde el punto de vista del otro. Como seres humanos, todos somos capaces de hacerlo, pero el grado en que somos capaces de entrar en la cabeza de alguien es una habilidad que desarrollamos con la práctica y durante la edad adulta. Para los seres humanos, la empatía no es como caminar sobre nuestras extremidades posteriores o aprender a hablar: una habilidad que estamos programados para adquirir dadas las circunstancias adecuadas.
Algunos de nosotros nunca adquieren la empatía más allá de la apreciación más rudimentaria de que otras personas no siempre harán lo que nosotros queramos. Por lo general llamamos a esas persona psicópatas y son, afortunadamente, poco frecuentes.
El resto de nosotros aprende como hacerlo, y a la vez que empatizamos como individuos, también empatizamos como cultura. Como criaturas sociales, tenemos una noción común sobre el comportamiento aceptable, y esa norma deriva de la noción individual de como nuestras acciones afectarán a los demás. Nuestra tolerancia hacia la violencia como sociedad es una especie de media de nuestra empatía individual. Si se eleva el nivel de empatía de los ciudadanos de una cultura, dicha cultura será en general más pacífica. La lectura de libros desarrolla nuestro sentido de como los demás se sienten y piensan. La lectura de libros nos hace civilizados.
Esto es más que un simple argumento espurio. Se puede correlacionar la propagación de obras de ficción ampliamente disponibles con cambios en las actitudes básicas hacia la esclavitud, la pena de muerte y la tortura. Los estudios confirman a nivel individual lo que Pinker sugiere que ocurrió en una escala cultural. En resumen, la lectura vuelve a la humanidad humana.

La buena razón para escribir.
Piensa por un momento acerca de lo que los libros significan para ti. Hazte otra pregunta: ¿Por qué leo?
A nivel cultural, los libros civilizan. Educan, difunden la información, fomentan la empatía y subrayan nuestra experiencia en común. Si los libros sólo operasen al nivel cultural, no los leeríamos nunca. La lectura nos resulta una experiencia agradable como individuos. Pensemos por qué.
Piensa en el hombre cuya esposa se está muriendo de cáncer. Se sienta durante horas al lado de su cama, mirando como ella se consume. Pronto la perderá, pero él no quiere pensar en eso ahora. No quiere pensar en su dolor o en su inminente soledad. Cuando ella se queda dormida y no le queda nada que hacer, esos pensamientos son difíciles de evitar. Cuando ella se duerme, él coge su libro y lee.
Piensa en la mujer en su desplazamiento diario al trabajo. Tiene un trabajo aburrido, frustrante y mal pagado. Su jefe es un abusón. Su matrimonio ha fracasado y ella se encarga sola de sacar a los hijos adelante. Se siente terminalmente exhausta. Casi a punto de romperse. Está asustada. En el tren o en el autobús, coge un libro y lee.
Piensa en el niño en la escuela. El que tiene cero habilidades sociales. El que siente dolores de estómago cada mañana de los días que hay cole. Al que nunca eligen para nada. El que se da dolorosamente cuenta de que nunca tendrá la inteligencia o el aspecto físico necesarios para salir del peldaño más bajo de la escala social. En el recreo, mientras todos los demás lo ignoran como si estuvieran compitiendo por el oro en los Juegos Olímpicos de Ignorar, ese chico solitario tiene un amigo al que puede recurrir. Uno que nunca lo abandona. Ese niño coge un libro y lee.
Leemos para alejarnos del horror de la existencia cotidiana. De las decepciones, los fracasos, la persistente conciencia de la brecha que hay entre quien nos gustaría ser y quien somos en realidad. Leemos para ser transportados, consolados, entretenidos. Un buen libro nos lleva de la mano. Nos habla. Puede que no seamos conscientes de ello, pero a medida que leemos, les confiamos nuestros secretos a las páginas que tenemos entre los dedos. Tengo miedo a la oscuridad. Quiero ser un héroe. Quiero enamorarme.
Piensa en todas las razones que da la gente para explicar por qué escriben. Estas razones son una mierda porque se refieren al escritor, no al lector. Lo mismo ocurre con las razones reales; esos oscuros deseos que no podemos admitir. También se refieren todas a nosotros los escritores. Ese es el quid de la cuestión.
Leemos para recibir el bálsamo que necesitamos para nuestras almas. No podemos escribir también por las mismas razones. 
Lo que un libro nos da como lectores nos ayuda a ser mejores personas más empáticas, más amables, más pacientes—, nos ayuda a ser más como esa buena persona que todos secretamente creemos ser. Si escribimos por razones egoístas, ese acto de generosidad se evapora. Nuestra prosa sería tacaña y mezquina. Nuestros lectores no se emocionarían cuando leyesen nuestros libros. Se volverían impacientes. Se aburrirían.
Sólo hay una manera de resolver este rompecabezas, y consiste en escribir con generosidad. Identificar las razones por las que realmente escribimos y perseguirlas, una a una. Eliminarlas. Golpearlas hasta la muerte con un garrote si es necesario. Encoge tu ego al tamaño de un guisante y di a ti mismo que nunca tendrás éxito y que nadie quiere oír lo mal que te ha tratado el mundo. Piensa en cambio en las personas que leerán tu trabajo. ¿Qué es lo que les falta? ¿Es emoción? ¿Satisfacción sexual? ¿Necesitan un amigo? Llena tu libro con lo que necesitan emociones, amor, sexo, información. Deja que sean ellos los que salven el planeta, viajen por el universo, cabalguen en dragones y encuentren los zapatos perfectos para bailar. Déjales que hagan todo eso en el mismo libro si es eso lo que necesitan.
La próxima vez que te sientes ante el teclado, abras un archivo, leas lo que escribiste el día anterior y hagas una mueca de dolor, puede que te preguntes ¿por qué coño estoy haciendo esto?
Piensa entonces en el hombre sentado junto a la cama de su esposa moribunda. Piensa en la madre soltera en el tren. Piensa en el niño solitario en la escuela.
Lo estás haciendo por ellos.
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Spanish translation of the article «What thefuck are you writing for?» published in English on August 27, 2015 at LitReadtor.com webpage by Cath Murphy, Review Editor at LitReactor.com. 
There is no intention of plagiarism, or profit, in this translation, but of respect and admiration. The article seemed so interesting and enjoyable that I decided it wat worth traslating it and thus make it availablo to those who love writing and reading but do not speak the beautiful language of Shakespeare. I hope that neither Cath Murphy nor LitReactor.com get upset about it (if they ever come to know of my existence, of course).
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