Leyendo Dafne desvanecida, de José Carlos Somoza…
José Carlos
Somoza, a quien ya he mencionado antes
en este blog,
es un reconocido y galardonado escritor
español y uno de mis autores favoritos. La elegancia y la aparente sencillez con
la que maneja las palabras hace que la lectura de sus obras sea un verdadero
placer (a la vez que, como escritor aficionado, me corroa la envidia). Eso sin
contar con la prodigiosa imaginación y originalidad que muestra en las tramas
argumentales de sus novelas.
Uno de los temas de fondo que parecen ser muy recurrentes
en sus obras es la metaliteratura,
que se supone que es la literatura que habla de la literatura, pero que en
realidad da para mucho más. Un sorprendente e intrincado universo que se
enrosca sobre sí mismo y en el que Somoza es capaz de hacer malabarismos de una
forma magistral.
Uno de los ejemplos más preclaros es Dafne desvanecida,
novela finalista del Premio Nadal en el año 2000. En esta obra, Somoza riza y
el rizo de la metaliteratura y, con un sentido de humor fino e incisivo como un
bisturí, nos ofrece a los lectores una visión del mundo literario y editorial
que no estamos acostumbrados a contemplar. El protagonista es un escritor, o
bien uno de sus personajes, o más bien el escritor es el personaje del
personaje, o algo así. Mi explicación queda un poco confusa, pero la novela no
lo es en absoluto. Al contrario, es sumamente entretenida. En ella también
aparecen otros personajes del mundo literario, a cada cual más estrambótico: un
editor ciego, un detective literario, una musa para escritores que se alquila
por horas, una escritora demente enamorada de su personaje más popular...
Lo dicho, un universo sorprendente y fascinante con un
final que…
Bueno, si te interesa, te lo lees. Que esto no es una
sinopsis ni una reseña.
Lo que quiero señalar aquí es la perla de pensamiento que
encontré en boca de uno de los personajes de esta estupenda novela:
«Porque los escritores de la antigüedad podían permitirse
el lujo de ser cisnes solitarios, pero ahora son legión, como el demonio
bíblico. Pertenecen al enjambre, a la plaga…»
¿Somos un enjambre?
¿Somos una plaga?
Como escritor autoeditado, autopublicado, inédito y desconocido, me muevo, como tantos otros en la inefable red de redes, en círculos afines a mi afición. Blogs de otros escritores «indies», blogs sobre literatura, sobre reseñas, sobre libros, grupos en las redes sociales de escritores aficionados, páginas web de autopublicación, lugares virtuales donde colocar tus relatos y tus novelas (con la dolorosa esperanza de aguardar a ver si alguien se anima y me lea), y demás lugares virtuales por el estilo.
Pues sí, la verdad es que parecemos una plaga. Te das una
vuelta por internet y da la sensación de que debajo de cada piedra acechan varios
autores a la espera de esa ansiada oportunidad que les traiga fama y gloria
(perdón, que nos traiga fama y gloria). Empieza uno a preguntarse si no seremos
ya más escritores que lectores. Eso explicaría porque no vendo un colín. Claro
que eso también supone que la inmensa mayoría de nosotros jamás saldremos del
anonimato y la miseria.
Perra vida, ya lo decían los ancianos de la tribu.
Sin embargo, se me ocurre otra idea a colación de lo
anterior.
Los escritores, por lo general, somos individuos con unas
ciertas inquietudes intelectuales, artísticas, creativas y estéticas. Sin
olvidarnos de una cierta formación necesaria para manejar los útiles de la
escritura. O al menos deseos de adquirir y mejorar dicha formación.
Entonces… si tantos escritores somos, ¿no significaría
eso que en la sociedad debería tener un marcado carácter creativo y cultural? ¿No
deberíamos suponer la suficiente masa crítica
para que los programas televisivos sobre literatura, los certámenes literarios,
las conversaciones de café sobre diversos autores y las presentaciones de obras
recién publicadas fuesen eventos populares y multitudinarios?
Las pocas veces que enciendo la televisión o leo el
titular de algún periódico me parece que eso no es así para nada. Yo
más bien diría que la sociedad actual camina justo en la dirección opuesta.
Entonces… ¿somos legión o sólo cuatro locos que sólo
saben mirar a su propio ombligo y al ombligo de los otros cuatro locos a los
que también les pone este vicio de la escritura?
Aún no he encontrado la respuesta. La verdad es que me da
un poco de miedo encontrarla.
¿La sabes tú?
Hola Juan. Muy buen artículo. Es cierto que, cuando uno navega por la red, en apariencia se encuentra con una gran cantidad de gente que escribe, pero esto pasa porque siempre que buscas sobre un determinado tema te encuentras con mucha gente interesada en lo mismo (salvando excepciones. Esto es como la mar, está llena de peces, pero luego depende qué sea lo que tú buscas. Hay mucha gente que escribe, sí, después está la gente que escribe bien, la que lo hace aún mejor, y la que tiene un gran potencial por descubrir. Mis mejores deseos para la etapa en la que te encuentres.
ResponderEliminarComo bien dices, los que estamos interesados en algo, siempre acabamos encontrándonos con aquellos interesados en ese mismo algo. Todos tendemos a formar círculos y acercarnos a aquellos con intereses afines.
EliminarGracias por leer y comentar.
Un saludo,