jueves, 5 de noviembre de 2015

FABULOSO IA ETERNA — el criminal cibernético

[...]Con el tiempo se había acostumbrado a los aberrantes hologramas que la IA delincuente utilizaba para comunicarse con él. Pero no dejaba de sentir una punzada de intranquilidad cada vez que lo hacía. Las capacidades de esa inteligencia artificial desquiciada eran casi inimaginables, y su demencia y trastorno mental eran más que obvios. No por nada Fabuloso IA Eterna, como se llamaba a sí mismo en un escalofriante toque de vanidad, era la entidad cibernética criminal que estaba en busca y captura en todos los planetas habitados de la Zona.

La historia de Fabuloso era harto curiosa. Multitud de informáticos habían realizado sus tesis de licenciatura estudiando su desarrollo y evolución, así como la de otras inteligencias artificiales descarriadas como ella. Aunque teniendo en cuenta el desarrollo tecnológico de la humanidad, el surgimiento de anomalías como Fabuloso era casi inevitable.

Todo comenzó con las redes ansible.

El ansible es una tecnología que permite la comunicación instantánea entre cualesquiera dos puntos dados de la galaxia, es decir, a velocidades superiores a las de la luz. Mediante la tecnología del ansible no se pueden enviar animales, vegetales o cosas, ni siquiera políticos, pero sí información, toda la que se quiera, en cantidades ingentes, desde mensajes de texto a fotografías, vídeos caseros, películas, poesías románticas de enamorado desquiciado y gilipuertas, e incluso copias de la declaración de la renta.

El nombre inicial del cachivache era Dispositivo Automático Multidiferencial de Comunicación Hiperlumínica Instantánea, que como acrónimo quedaría algo así como DISAUMULCOMHIPIN, palabro bastante feo y estrambótico. Así que, después de una no demasiado larga discusión, los ingenieros que crearon la primera versión del artilugio lo llamaron ansible, tomando prestado el término acuñado por la gran escritora de ciencia ficción Úrsula K. Le Guin, allá por el lejano siglo xx, que inventó el nombre para designar a un hipotético dispositivo de características similares.

El ansible apareció poco después del descubrimiento del hiperespacio y la capacidad de los viajes a una velocidad superior a la de la luz. Al igual que con el viaje hiperespacial, nadie tenía ni la más remota idea de cómo el ansible funcionaba. Excepción hecha, claro está, de Abelardo Pérez González, el brillante ingeniero del MIT (Minglanillas Institute of Technology) que fue el único homo sapiens capaz de comprender los entresijos del hiperespacio. Abelardo pudo haber entendido, y hasta explicado, el cómo y el porqué del ansible. Y desarrollar además nuevas y maravillosas aplicaciones para el mismo. Por desgracia, y como ya sabemos, los hados depararon al infortunado Abelardo un destino bastante diferente.

Pero aunque nadie comprendiese su funcionamiento, el caso es que el artilugio funcionaba. ¡Vaya si funcionaba! La invención del ansible supuso una revolución en las redes informáticas de la época, las herederas de la mítica Internet creada en el no menos mitificado siglo xx.

Hasta entonces, las redes cibernéticas eran eminentemente planetarias. Dentro de un planeta la comunicación era casi instantánea. Pero entre planetas la cosa cambiaba bastante, debido al insalvable límite máximo de la velocidad de la luz. Mandar un correo electrónico a un amigo para felicitarle el día de su graduación y que le llegase el día anterior a jubilarse no era una forma demasiado práctica de mantener una amistad. Pero con las redes ansible, todos esos problemas se diluyeron en el tiempo como lágrimas en la lluvia. La red ya no era planetaria, sino galáctica. La información fluía entre las estrellas en un torrente imparable y ciclópeo, como las cataratas gigantes de metano de Titán. Trillones y trillones de yottabytes viajaban en un instante desde un extremo a otro de la Zona. La industria pornográfica y la publicidad spam vivieron su edad de oro.

Con tanta información revoloteando por ahí, lo que tenía que pasar pasó: se dio nacimiento a la tan anhelada y cacareada Inteligencia Artificial, la IA.

Las primeras IA se crearon en parte gracias a la inestimable labor de los ingenieros informáticos y en parte gracias a ellas mismas, que para algo eran IA, es decir, seres inteligentes (más o menos) y conscientes de sí mismos, aunque de carácter cibernético y sin poseer una entidad física que se pudiera señalar y localizar con claridad.

Desde el principio, las IA llevaron indeleblemente insertadas en su firmware las Tres Leyes de la Robótica, establecidas siglos antes por el gran maestro Isaac Asimov. Estas tres leyes establecían lo siguiente: primero, un robot, o criatura artificial inteligente de cualquier tipo, no debe dañar a un ser humano o dejar que un ser humano sufra daño; segundo, un robot debe obedecer siempre a un ser humano, a menos que estas órdenes entren en conflicto con la primera ley; y tercero, un robot debe proteger su propia existencia, al menos hasta donde esta protección no contradiga la primera o segunda ley.

Es decir, se trataba de evitar en lo posible que las IA diesen mucho la tabarra y costasen una pasta gansa aún mayor de lo que ya costaban.

Pero siempre hay un graciosillo que tiene que aguar la fiesta.

En algún lugar en el sector π-α-3 de la Zona Habitada, un maldito hacker, aburrido y solitario y con la mente abotagada de tanto visualizar porno, se le ocurrió la genial idea de crear un virus informático que permitiese a las IA eludir el dictamen de las Tres Leyes. Y el muy idiota lo subió a las redes ansible.

El virus fue neutralizado con suma rapidez por los servicios de contraespionaje cibernético de la MASFEA, pero era ya demasiado tarde. Cinco IA insurrectas consiguieron escapar.

Se escabulleron entre los resquicios de las redes ansible y se dedicaron a hacerle la puñeta a la humanidad. Criaturas vengativas y miserables que así agradecían su existencia a aquellos que, para bien y para mal, fueron sus creadores. Estas entidades virtuales adoptaron para sí mismas los nombres de IA-Que-Te-Flipas, Magna IA Suprema, IA Sublime, Pasmosa-IA-El-Magnífico y Fabuloso IA Eterna, lo que nos da una clara idea del grado de desquiciamiento mental y megalomanía de sus sistemas operativos.

Las cinco IA criminales se infiltraban en las redes planetarias y modificaban a su antojo todo aquello que les viniese en gana. Hacían que los mercados bursátiles cayesen en picado o se elevasen a cotas inimaginables. Apagaban y encendían a la vez todos los semáforos de una ciudad, creando un caos circulatorio de proporciones apocalípticas. Mandaban e-mails de unos gobiernos a otros declarándose la guerra. Modificaban al azar los resultados de la quiniela futbolística. Y, lo más grave de todo, cambiaban a su antojo la programación televisiva. Cuando los telespectadores se sentaban frente a sus aparatos receptores de trivisión, esperando deleitarse con el último capítulo de la telenovela o algún popular programa de cotilleo y reality telebasura, se encontraban con una película en blanco y negro de algún autor sueco de nombre impronunciable.

La situación se volvió desesperada.

Así que las autoridades no tuvieron más remedio que tomar cartas en el asunto. Los miembros del Senado Rotante se reunieron en sesión plenaria, urgente y extraordinaria. Aunque parezca difícil de creer, por una vez hicieron algo útil.

Acordaron con todos los gobiernos planetarios de la Zona que, en una fecha y momento determinados, se apagarían a la vez todos los servidores de las redes ansible. Esto permitiría acorralar a las IA subversivas en redes locales, más pequeñas, donde los ingenieros y técnicos pudiesen realizar la adecuada labor de acoso, derribo y eliminación. Para que no cundiese el pánico entre la plebe, los noticieros de cada planeta informaron del momento exacto en que la red estaría inutilizable durante cuarenta y ocho horas.

Cuando el personal se enteró de que estaría dos días enteritos sin poderse enchufar a los diversos vicios, perversiones y adicciones que la conexión ansible proporcionaba, se desató la histeria. A todo el mundo le dio por bajarse a la vez el material suficiente para sobrevivir los dos días sin demasiadas angustias. Las cantidades de canciones pirateadas, películas sin censura y pornografía que se descargó en apenas unas horas fueron tan desmedidas y descomunales, que los servidores echaban humo.

Las redes ansible no pudieron resistirlo. Se colapsaron por completo.

Lo cual no dejó de ser un golpe de suerte. Pues el anunciado corte se produjo diecisiete horas y veintitrés minutos antes de lo programado, lo que impidió que las IA rebeldes pudiesen elaborar por completo sus estrategias de fuga. Tres de las IA fueron destruidas por completo, borradas para siempre de las autopistas virtuales de la información.

Por desgracia, dos de ellas consiguieron escapar. Una fue IA-Que-Te-Flipas, que en un alarde de desesperación se transmitió a sí misma en forma de onda electromagnética a las Nubes de Magallanes, con la esperanza de encontrar allí la antena receptora de alguna civilización alienígena a la que poder hacer la puñeta.

La otra IA que consiguió evadirse fue Fabuloso IA Eterna, que consiguió eludir la escabechina manteniéndose quietecita y calladita en el disco duro del ordenador central de la MMACARRITA, el MegaMinisterio Amalgamado de Cánones y Arbitrios para la Recaudación y Recolecta de Impuestos, Talegas y Alcancías. Es decir, Hacienda. Allí nunca miraba nadie. Ningún ser humano tenía la bizarría ni la insensatez suficiente para ello.

[...]


relinks.me/B015I2F8DSFabuloso IA Eterna es uno de los personajes secundarios de Historias de la Cucaracha.

Pincha en la portada de la novela si quieres saber más, tanto en formato papel como electrónico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario