jueves, 30 de noviembre de 2017

Entrenamiento Zombi (lección 2)



¿Quieres ser funcionario del Ministerio Zombi?

 

¿Quieres ayudar a tu país en la lucha contra la pandemia?

La SECOP (Secretaría de Estado para el Control de Plagas) te necesita.


Para ser contratado por la SECOP no necesitar sacar unas oposiciones, pero tendrás que someterte a un intenso y especializado entrenamiento.

Aquí puedes hacerte una idea de en qué consiste ese entrenamiento que te convertirá en un experto en la defensa anti-zombis.

Lección 1

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Entrenamiento Zombi

Lección 2


Como funcionarios de la SECOP, Antonio y sus compañeros tuvieron que conocer al dedillo el organigrama jerárquico de la agencia estatal para la que trabajaban. Por fortuna para ellos, al ser un organismo de reciente creación, el organigrama no era demasiado complicado. Al menos no todavía.
La Secretaría de Estado para el Control de Plagas era una anomalía jurídica, administrativa y legislativa. Claro que teniendo en cuenta el objeto de la misma, no resultaba demasiado sorprendente.
La SECOP se creó a raíz de la pandemia zombi que asoló el sur de la península Ibérica. A diferencia de cualquier otro departamento ministerial, la Secretaría estaba formada por la acción conjunta de elementos de los dos países afectados, España y Portugal, que trabajaban, al menos en teoría, en armónica y fraternal colaboración para la consecución de los objetivos marcados, según el contenido y el ámbito de aplicación de la legislación pertinente. Sin embargo, en cada uno de los países, la SECOP dependía de sus respectivos Ministerios del Interior, los cuales, como había sido siempre, estaban muy lejos de la perfecta coordinación.
A pesar de su nombre, la SECOP se encargaba única y exclusivamente de los asuntos relacionados con la pandemia zombi, incluyendo sus causas y consecuencias. Tanto estas como aquellas eran múltiples y variadas, al menos eso se pensaba, así que la Secretaría se veía obligada a la coordinación e interacción con multitud de organizaciones, tanto privadas como públicas. Aunque su máximo dirigente respondía en teoría ante el ministro de interior, la SECOP funcionaba a efectos prácticos como un ministerio independiente.
El imaginero popular no tardó en sacar partido de las peculiares características de la SECOP. Pronto fue conocida en todo el orbe como el Ministerio Zombi.
Además del organigrama, los alumnos de Tres Cantos tuvieron que hacer un buen repaso de la legislación vigente en materia de zombis. Esta no era mucha, al menos de momento, pero no dejaba de crecer en una progresión geométrica cada vez más acelerada. Antonio y su compañero hacían bromas macabras al respecto. No estaba lejos el día en el que a cada zombi se le exigiese la posesión de un carné identificativo, de renovación obligatoria cada cinco años, expedido por el ministerio. La pérdida o incapacidad de presentar el documento cuando las autoridades así lo requiriesen, supondría una multa considerable. Dicha multa podría variar entre la desmembración de uno o dos brazos, hasta la condena de cenar durante un mes en un restaurante chino. Era el nombrado entre risas DZI, documento zombi de identidad. El chiste sobre el guardia civil que sorprende a un zombi devorando a una ancianita y le pide los papeles, se hizo de lo más popular en Tres Cantos. Aunque ninguno de los alumnos se atrevió a contarlo en presencia de Federico López de Aguirre.
También tuvieron que aprenderse de memoria el famoso Real Decreto Ley 989/2013, aprobado a toda prisa por el consejo de ministros al día siguiente del bombardeo sobre el paralelo 38º. Fue una auténtica revolución legislativa de carácter casi galáctico, según las propias palabras del presidente del Gobierno. Se trataba de la primera ley en toda la historia de la humanidad que trataba sobre los zombis. Teniendo en cuenta que era la primera vez que los zombis habían aparecido en la historia de la humanidad, el pavoneo y orgullo mostrado por el presidente ante las cámaras de televisión no dejaba de resultar un tanto inapropiado.
El Real Decreto Ley establecía el marco normativo aplicado a los no-ciudadanos no-muertos, así como su estatus jurídico-administrativo. Delimitaba sus derechos, que eran básicamente ninguno, y marcaba sus deberes, que en total daban una suma de resultado cero. El decreto también declaraba oficialmente la creación de la SECOP, en colaboración con nuestro querido vecino ibérico, y establecía sus objetivos, contenidos y ámbitos de aplicación.
El decreto tenía aún que ser ratificado por el parlamento nacional, aunque no parecía que hubiese ningún escollo importante que dificultase el proceso. Todos los grupos políticos que constituían el Congreso de los Diputados parecían estar de acuerdo en una sorprendente unanimidad. La rapidez y eficacia con la que el presidente y sus ministros aprobaron el afamado decreto sorprendió a propios y extraños. Multitud de comentarios y análisis de tertulianos aparecieron en los medios de comunicación. ¿Por qué tenía el Gobierno tanta prisa en declarar que los zombis eran lo que eran? ¿Por qué no habían esperado a ver los resultados del bloqueo y las bombas en el paralelo 38º? ¿Por qué parecía que ya lo tenían pensado de antes? ¿Por qué la oposición estaba tan dócilmente de acuerdo y no decía esta boca es mía?
Los rumores, cábalas y conjeturas duraron poco tiempo. Fueron rápidamente acalladas por noticias de mayor calado humano y social, como la preñez de la última actriz de moda, las discusiones verduleras en los reality de sobremesa y, por supuesto, la liga de fútbol.
Además del Real Decreto Ley 989/2013, Antonio y sus compañeros tuvieron que empaparse de cada aburrido párrafo de la Directiva Comunitaria 2013/18909/CE. Era esta otra anomalía legislativa. Pues no se trataba de una directiva europea que hubiese sido adaptada al país por transposición mediante un real decreto, como era el procedimiento habitual. Sino que un decreto originado en uno de los estados miembros de la Unión Europea originaba una directiva de cumplimiento obligatorio a todos los otros países. En dicha directiva se trataba de aclarar, con el cansino lenguaje administrativo de siempre, que demonios podían hacer el resto de países europeos con esa horrenda plaga que se había desatado en el sur de la península Ibérica.
Los objetivos y contenidos de la directiva europea se expresaron con magnífica concisión en palabras de la canciller alemana, Adelaida Bundeskanzel, pillada in fraganti ante un micrófono abierto que debía estar cerrado: «estos jodidos PIGS siempre nos andan tocando las pelotas».
—El Real Decreto Ley 989/2013, y sus instrucciones técnicas complementarias, también llamadas ITC, establecen claramente lo que hacer en caso de encuentro proximal, también denominado en la tercera fase, con un zombi —explicaba el instructor Federico López de Aguirre.
Sus alumnos escuchaban con suma atención.
—¿Sabe a lo que me refiero, señor Galán? —preguntó con su dedo acusador el presunto sargento de la Guardia Civil.
Antonio se encogió en su pupitre y experimentó una vez más esa extraña inquietud ante el imponente mostacho del instructor.
—Pues… yo…
—Joder, señor Galán. No es tan difícil de imaginar, ¿no le parece? Si se encuentra con un zombi, salga echando leches hasta darse con los talones en el culo.
—¿No sería mejor acabar con él? —preguntó Elena Peláez con su voz de pajarito.
—Veo que tiene usted más cojones que algunos de sus compañeros, señorita Peláez. Pero mi consejo es que corra. La destrucción de un zombi sólo debe intentarse en las condiciones adecuadas, cuando los niveles de riesgo estén por debajo del máximo aceptable. O si no tiene usted más remedio, desde luego.
—Lo… lo que usted diga, don Federico.
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Fragmentos de la novela IBERIAN PARK, la respuesta zombi a la crisis, en concreto los correspondientes los capítulos Palco.1, Palco.2 y Palco.4.
En estos extractos podrás conocer el entrenamiento estándar al que son sometidos los funcionarios del Ministerio Zombi.
https://relatosdejuannadie.blogspot.com.es/2014/07/iberian-park-la-respuesta-zombi-la.html
Una novela única que te permitirá contemplar la Matrix a la que estás enchufado sin remedio (el sistema monetario) desde una perspectiva diferente.
Y sí, como en toda buena novela de zombis, encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más que no te imaginas.
Pincha en la portada de la novela si quieres saber más.

Puedes encontrarla tanto en formato papel como electrónico y también en Amazon.

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jueves, 23 de noviembre de 2017

Entrenamiento Zombi (lección 1)



¿Quieres ser funcionario del Ministerio Zombi?

 

¿Quieres ayudar a tu país en la lucha contra la pandemia?

La SECOP (Secretaría de Estado para el Control de Plagas) te necesita.


Para ser contratado por la SECOP no necesitar sacar unas oposiciones, pero tendrás que someterte a un intenso y especializado entrenamiento.

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Entrenamiento Zombi

Lección 1

La primera vez que Antonio Galán vio un zombi, casi se lo hace en los pantalones. Como todo el mundo, los había visto en la tele, en los apocalípticos noticieros a medio censurar que llenaron todas las cadenas durante los días de la pandemia. Y por supuesto en internet, donde la censura era bastante menos eficiente y los videos de youzombi.com permitían apreciar con todo detalle los sucesos más sangrientos y atroces.
Pero como funcionario de Grupo D de la Secretaría de Estado para el Control de Plagas, destinado por petición propia al sur del paralelo 38º, ver a un zombi real de cerca, cara a cara, separado de él por una simple verja metálica, era parte de su entrenamiento básico.
Durante el memorable encuentro, tuvo que apretar los esfínteres con fuerza para que nada húmedo, viscoso y caliente se enroscase entre sus piernas. Lo consiguió. Pero vomitó hasta casi el desvanecimiento apenas a dos metros de la verja, lo que pareció incrementar aún más el frenesí hambriento de la criatura. Tras la violenta vomitona, el estómago le estuvo doliendo durante dos días. El sabor a bilis en el fondo de su garganta nunca se acabó de desvanecer. Su instructor miró toda la escena con una sonrisa de suficiencia y sin mover un solo músculo, con quizás la excepción de un pequeño movimiento hacia arriba de su ceja izquierda, y el paso que dio hacia atrás para que sus zapatos no quedasen salpicados por gotitas amarillo-verdosas de vómito.
Fue en Madrid. En el centro de investigación y entrenamiento que tenía la SECOP cerca de Tres Cantos.
Allí le enseñaron todo lo que tenía que saber sobre los zombis. O lo que el gobierno consideraba que era todo lo que él debía saber.
—Un zombi no duerme, no se cansa, no tiene miedo, no se estresa y no sufre de jaquecas —decía Federico López de Aguirre—. Un zombi no se toma vacaciones, ni fines de semana, ni tiene convenios, ni atiende a las normas del puto sindicato. ¡Joder! Ni siquiera respira. Un zombi sólo hace una cosa: comerte si no corres lo suficiente.
Federico López de Aguirre era el instructor que, durante un periodo intensivo de semana y media, se encargaría del adiestramiento de Antonio Galán y otros seis funcionarios de la SECOP de nueva incorporación. Durante esos diez días, López de Aguirre vistió siempre un impoluto traje de tres piezas, con camisas de seda de un blanco resplandeciente, corbatas a rayas de colores chillones y zapatos italianos negros de piel, tan resplandecientes que podían usarse de espejo. A pesar de su disfraz de cliché de alto ejecutivo, sus ademanes y crudo lenguaje evidenciaban su origen militar. Según los rumores que corrían entre los alumnos del centro de adiestramiento de Tres Cantos, Federico López de Aguirre era, o había sido, sargento de la Guardia Civil en algún lugar de Andalucía cuando estalló la pandemia. El lugar exacto donde el sargento había ejercido sus beneméritas funciones variaba de una versión a otra de la historia. Pero todas coincidían en una cosa. López de Aguirre era uno de los pocos miembros de las fuerzas del orden que había logrado salir antes de que las bombas termobáricas barriesen el paralelo 38º.
—Según todos los parámetros clínicos conocidos hasta la fecha, un zombi está muerto —explicaba el guardia civil metido a profesor—. Su corazón no late, su sangre no circula. De hecho, se convierte en un fluido viscoso de color negruzco. Sus pulmones no inhalan aire y sus pupilas no se contraen. Un encefalograma de su cerebro es casi una línea plana. Sin embargo, se mueven. Caminan, andan y corren. Y cazan. Nos cazan a nosotros.
—Entonces, ¿qué son los zombis? —preguntó con cierta timidez uno de los compañeros de adiestramiento de Antonio.
—Su estatus oficial es el de no-ciudadanos no-muertos —respondió el instructor de pie frente a la clase, las manos enlazadas a la espalda. Ni un solo músculo de más se movió en su semblante. Cuando hablaba, su enorme, espeso y negro bigote apenas se movía, lo que incrementaba la inquietud de sus oyentes.
—¿Y eso por qué? —preguntó otro de los alumnos con algo más de arrojo. Aunque la cara que puso ante la mirada de recriminación del instructor evidenció que se arrepentía por completo de haber preguntado.
—¡Por qué coño va a ser, señor Gutiérrez! Un puto zombi no tiene raciocinio. No se le puede considerar un ser inteligente, capaz de votar y pagar impuestos. Por lo tanto, sería una soberana estupidez considerarlo un ciudadano. Eso sin tener en cuenta su irrefrenable tendencia al canibalismo, lo que los hace elementos difíciles de reintegrar en la sociedad.
—Sí, pero…
—Ni peros ni gaitas, ¡hostias! A efectos de derechos civiles, un zombi está muerto. Pero como camina y come, aunque eso sea lo único que haga, ningún médico está autorizado a firmar un certificado de defunción de un humano zombificado. Por lo tanto, y espero que esto les entre en sus duras cabezotas, el estatus es no-ciudadano, no-muerto. Así lo ha decretado el Gobierno. Para lo que a ustedes respecta, como funcionarios de la SECOP, es todo lo que necesitan tener en cuenta.
 Elena, una de las chicas, alzó la mano. Era bajita y delgada, de lacio pelo castaño, cara pecosa y gafas de gruesos cristales. Era la persona más impensable para trabajar en nada relacionado con los monstruos. Incluso más que el propio Antonio. Pero allí estaba, aunque su aspecto de niña retraída pareciese indicar que hasta un ratoncillo le provocaría un ataque de pánico histérico.
—Dígame, señorita Peláez —concedió el instructor, señalando a su discípula con un dedo lleno de autoridad.
—Yo tenía una pregunta, don Federico —dijo Elena con una voz casi tan enclenque como ella.
—Pregunte, pregunte. No sea tímida —casi bramó Federico.
—Verá. Es que he pensado que…, si los zombis…, pues…
—Por Dios, señorita Peláez. Pregunte de una maldita vez.
—Pues eso, que me preguntaba si los zombis… van al baño. Que si defecan, vaya.
Unas enormes chapetas coloradas rodearon el egregio bigote del instructor.
—¿Está usted burlándose de mí, señorita Peláez? —replicó Federico López de Aguirre con la voz atragantada por la furia.
—No, no don Federico. Por supuesto que no —dijo Elena con un hilo de voz mientras bajaba la mirada y se retorcía las manos con nerviosismo—. Es que…, como usted bien ha dicho…, los zombis lo único que hacen es comer. Pues me preguntaba sin también… cagan.
Un murmullo de risas contenidas recorrió la clase como las ondas de una piedra lanzada a un lago. Antonio tuvo que llevarse la mano a la boca para sofocar una carcajada. La pregunta resultaba de lo más cómica, sobre todo viniendo de una chica como Elena Peláez. Pero, aunque pareciese una chorrada, la cuestión tenía su enjundia. ¿Qué hace un zombi con todos los fragmentos que carne humana que devora? ¿Los digiere, los asimila, o simplemente se quedan ahí, flotando entre sus podridos fluidos vitales como las judías dentro de su lata?
En todas las grabaciones que habían visionado sobre zombis, nunca se vio que uno de esos monstruos se bajase lo pantalones y dejase un zurullo en medio de la acera.
—¡Déjese de gilipolladas, señorita Peláez, y atienda a sus lecciones! —fue toda la respuesta que la chica pudo obtener de su instructor.
Antonio dedujo que la fisiología zombi era un campo de conocimiento todavía lleno de lagunas.

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Y sí, como en toda buena novela de zombis, encontrarás tripas y sesos desparramados a mansalva. Y muchas otras cosas más que no te imaginas.
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