jueves, 16 de noviembre de 2017

Cerebros evolucionando (relato)

Aunque muy pocos lo saben, existeun subgénero literario con apenas unas pocas décadas de vida y por lo general no muy conocido todavía por el gran público.
Se trata de la «ciencia en la ficción», también conocida como «literatura de laboratorio».

A diferencia de la ciencia ficción, la literatura de laboratorio trata de mostrar un retrato realista de los científicos actuales y sus profesiones. Las historias se ambientan en el presente y tratan sobre el conocimiento científico establecido en la actualidad, sin adentrarse (al menos no demasiado) en el terreno de la especulación. Científicos reales (sean personajes históricos o no) suelen ser sus personajes principales.

Además de la novela, la literatura de laboratorio ha encontrado en el arte dramático un vehículo apropiado para sus fines. En los últimos años han surgido pequeñas obras de teatro que utilizan la ciencia como tema de fondo y como inspiración.

Siguiendo esta línea de creación artística, presentamos aquí el primer trabajo inédito de Juan Nadie dentro del subgénero de la literatura de laboratorio.
Se trata de una pequeña obra de teatro (la primera y hasta el momento única incursión del autor en el arte dramático), con un solo acto y sólo dos personajes.

El tema de fondo, como no es difícil de adivinar, la ciencia. En concreto, la EVOLUCIÓN BIOLÓGICA.

Si pinchas en la portada, podrás bajarte el PDF gratis
También puedes leerlo en Wattpad.  

https://drive.google.com/drive/folders/19laBqInZNPRP2RZb8qMKObDIvUCKq3nm
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Cerebros evolucionando

Personajes:
STÉFANOS, doctorando y becario de investigación.
GREGORIUS, doctorando y becario de investigación.

Nota:
doctorando/da: Persona que se está preparando para obtener el grado de doctor, es decir, que está realizando su tesis doctoral.

Escenario:
Un laboratorio de investigación biológica. Dos poyatas en forma de ele, abarrotadas de instrumentos: una campana de flujo laminar, centrífugas, pipetas, un pH-metro, una placa de electroforesis, cajas de guantes de látex a medio gastar, rollos de papel, estantes y anaqueles atiborrados de fotocopias, páginas garabateadas, cuadernos, libros y frascos con soluciones salinas. En una esquina, dos pantallas de ordenador muestran complejos gráficos. A través de los ventanales se observa la noche; la luces de la ciudad al fondo y los faros de los coches pasando por una autopista de circunvalación. Tras un largo día en el laboratorio, Stéfanos y Gregorius charlan sentados en sillas giratorias con ruedas, ambas con el respaldo y los brazos bastante desgastados. Stéfanos es alto y delgado, con el pelo rizado que pide a gritos la atención del peluquero. Viste vaqueros, sandalias y una descolorida camiseta con la tabla periódica impresa. Gregorius es bajo y regordete, con una alopecia bastante avanzada, viste pantalones beige que hace mucho desde la última vez que se plancharon, deportivas que una vez fueron blancas y el pico de la camisa le asoma por el cuello del jersey. Ambos llevan gruesas gafas con montura de plástico oscuro y batas blancas, bastante arrugadas y con algunos lamparones. Del frigorífico donde guardan reactivos y muestras biológicas han sacado un paquete de seis cervezas. Ya se han bebido la primera, las botellas vacías descansan junto a la microcentrífuga, y van por la segunda. No hay nadie más en el laboratorio.


STÉFANOS.- La evolución es una ingeniosa chapucera. Usa lo que tiene a mano para darle nuevos usos, si es que puede. La evolución es una gran aficionada al reciclaje.
GREGORIUS.- El ejemplo de las plumas de los dinosaurios, ¿no? Que aparecieron como un sistema de termorregulación y acabaron sirviendo para volar en las aves.
STÉFANOS.- (asintiendo) Por ejemplo. Nuestros cerebros serían otro claro ejemplo. Utilizamos para actividades modernas circuitos cerebrales antiguos que surgieron con otros fines.
GREGORIUS.- (levanta la cerveza en un simulacro de brindis) Elabore un poco más su hipótesis, cuasi-doctor Stéfanos.
STÉFANOS.- La lectura, mi querido colega y cuasi-doctor Gregorius. Una actividad que los humanos han desarrollado en los últimos siglos. Un suspiro si lo comparamos con los ciento cincuenta mil años de existencia de la especie. De hecho, en un artículo recién aparecido en Trends in Cognitive Science, una tal Carolyn Parkinson afirma que los cerebros humanos no han evolucionado para leer, pero que leemos reciclando los engranajes neuronales que evolucionaron para procesar caras y objetos.
GREGORIUS.- De lo que se deduce, como bien acabas de decir de forma implícita, mi docto colega, que el reciclaje evolutivo de estructuras cerebrales posibilitó el surgimiento del lenguaje en los humanos, y por ende de la cultura.
STÉFANOS.- En efecto, estimado colega. Y no sólo estructuras neuronales. Las hormonas también jugaron un papel importante. Así tenemos la oxitocina o la vasopresina, que en principio servían para regular el comportamiento reproductivo de los mamíferos, mediante el refuerzo a través del placer de las relaciones macho-hembra y el cuidado de las crías. En los humanos, y también en otros primates, estar hormonas han servido para fortalecer relaciones sociales, lo que ha favorecido la colaboración entre individuos sin lazos de sangre, aspecto sin el cual no hubiese sido posible el desarrollo de la sociedad.
GREGORIUS.- Ya sabemos que la plasticidad neuronal del cerebro humano está muy por encima de la de cualquier otro ser vivo. Pero el cerebro humano tiene limitaciones.
STÉFANOS.- En efecto, así es, por increíble parezca. Sin embargo... serías tan amable de ilustrarme con un ejemplo.
GREGORIUS.- (ríe y bebe de su cerveza) Por supuesto. Uno de los ejemplos más evidentes es el límite del grupo social. Los humanos están adaptados para vivir en grupos de unos ciento cincuenta individuos.
STÉFANOS.- (también bebe de su cerveza) Magnífico ejemplo, mi querido doctorando. Pero las sociedades humanas, sobre todo en el último siglo, han crecido mucho más allá de ese número.
GREGORIUS.- De ahí muchos de los problemas de la sociedad actual, que son globales, a nivel planetario, mientras que nuestros cerebros siguen estancados al nivel de la tribu, del grupo pequeño, cercano y familiar.
STÉFANOS.- Según palabras del doctor Fernando Moya, del Instituto de Neurociencias de Alicante, nuestros cerebros evolucionaron para reconocer como propio lo cercano y como ajeno lo lejano. Pero en una civilización global, el destino para lo cercano y lo lejano es el mismo. Sabias palabras las del doctor Moya, a mi entender.
GREGORIUS.- Totalmente de acuerdo. El cerebro del Homo sapiens puede estar llegando a su límite.
STÉFANOS.- Puede que así sea, o puede que no. Existen algunos indicios que podrían señalar justo en la dirección opuesta.
GREGORIUS.- ¿Cómo cuáles?
STÉFANOS.- (carraspea un momento y bebe cerveza, su colega también bebe) En abril del 2012, el doctor Richard Jantz, de la Universidad de Tennessee, presentó en el congreso de aquel año de la American Association for Physical Anthropology, que se celebró en Portland, unos datos muy curiosos.
GREGORIUS.- Ilústreme usted, mi querido colega.
STÉFANOS.- El doctor Jantz descubrió que el cráneo de los norteamericanos blancos, lo cual podía extenderse a otras razas y nacionalidades, había ido creciendo en el ultimo siglo. No mucho, unos ocho milímetro de altura en promedio, pero se trata de un crecimiento significativo. Más o menos unos 200 centímetros cúbicos. Un volumen equivalente a una pelota de tenis.
GREGORIUS.- ¿Qué motivos daba el doctor Jantz para ese crecimiento y que conclusiones extraía del estudio?
STÉFANOS.- Nada relevante, la verdad. Me temo que el pobre tipo no tiene ni idea.
GREGORIUS.- La evolución siempre ha ido dando altibajos, mi apreciado Stéfanos. El registro fósil nos dice que el volumen craneal de los seres humanos fue creciendo progresivamente desde que apareció el primer Homo sapiens hasta hace unos trescientos mil años, donde se estabilizó. Cuando el hombre desarrolló la agricultura, hace unos cinco o seis mil años, el cráneo empezó a reducir su tamaño sin que se sepa el motivo. Quizás la tendencia haya vuelto a revertirse, pero no podemos sacar conclusiones válidas de ello. Al menos aún no.
STÉFANOS.- Admirable la prudencia y cautela que muestras, mi estimado Gregorius, como buen científico que eres.
GREGORIUS.- Agradezco el cumplido.
(ambos entrechocan sus botellas de cerveza y beben hasta acabarlas. Cada uno dejan las vacías junto a las otras y cogen sendas nuevas del paquete, que queda vacío)
STÉFANOS.- ¿Saco más cervezas de la nevera?
GREGORIUS.- Esa pregunta sólo puede tener una respuesta, mi estimado colega.
STÉFANOS.- (se levanta y trae otro paquete de seis cervezas) Pero tienes toda la razón, mi buen Gregorius. La idea de que la evolución del ser humano se ha estancado, o incluso está retrocediendo, no es nueva. Ya otros la han mencionado antes. Hasta han escrito sobre ello.
GREGORIUS.- Lo sé. Hace unos años muchos autores sostenían que la escasa presión de la sociedad moderna sobre la selección natural estaba provocando que estuviésemos perdiendo nuestras habilidades intelectuales e incluso emocionales.
STÉFANOS.- En efecto. Según algunos artículos que aparecieron en la revista Trends in Genetics en el 2012, la idea era que la inteligencia depende de una red de miles de genes, con lo cual estoy de acuerdo por completo. Dicha red es muy sensible a las mutaciones. Eso, combinado con la falta de presión sobre la selección natural, impedía que nuestros genes se optimizasen. Con el tiempo, las mutaciones se irían acumulando, sin que la selección natural pudiese eliminarlas.
GREGORIUS.- Y poco a poco, iríamos perdiendo nuestras capacidades cerebrales. Nuestras habilidades intelectuales y emocionales se irían reduciendo paulatinamente. Seríamos cada vez más tontos.
STÉFANOS.- Exacto. Según declaraba el doctor Gerald Crabtree, de la Universidad de Stanforfd, el desarrollo de las capacidades intelectuales del Homo sapiens, y la optimización de los miles de genes implicados en dichas capacidades, se produjeron en grupos humanos primitivos, enfrentados a un medio ambiente hostil. En ese entorno, la inteligencia era clave para la supervivencia. La selección natural presionaba con gran fuerza para propiciar un aumento de la inteligencia humana. Pero con el desarrollo de la agricultura, el sedentarismo y las civilizaciones, esa presión desapareció. El hombre empezó a vivir en un medio creado por él mismo, según su comodidad y conveniencia. En ese medio, la selección natural ya no es capaz de eliminar las mutaciones que propician el deterioro de la capacidad intelectual.
GREGORIUS.- La idea no es mala. Incluso puede que en parte tenga razón. Pero si mal no recuerdo, esos mismos autores ofrecían alternativas para poder librarnos de ese aparente e inevitable desastre.
STÉFANOS.- En efecto. ¡Nosotros¡ Brindemos por ello.
GREGORIUS.- ¿Te refieres a los becarios de investigación?
STÉFANOS.- (riendo) Eh... no... yo me refería a la ciencia en general, a los científicos.
GREGORIUS.- (también ríe) ¡Brindemos por ello!
STÉFANOS.- Pues como te decía, mi docto amigo, el doctor Crabtree calculó que en unas 120 generaciones, unos tres mil años, la humanidad habría sufrido al menos dos mutaciones perjudiciales para nuestro intelecto. La alternativa que ofrecía es que, puesto que esa degeneración era más bien lenta, ofrecía tiempo suficiente a los descubrimientos y avances científicos para paliar y combatir la pérdida.
GREGORIUS.- Prometedor augurio con el que estoy de acuerdo. No está lejos el día en que conozcamos cada uno de los cientos de genes que intervienen en nuestra inteligencia, y cómo interactúan unos con otros. Ese día, podremos corregir cualquier mutación negativa que se pueda producir.
STÉFANOS.- Por eso nuestra labor aquí es tan importante, Gregorius. Sin el grandioso edificio de la investigación científica, que gente como tú y como yo vamos construyendo ladrillo a ladrillo, el futuro de la humanidad sería un desastre.
GREGORIUS.- ¡Brindemos por ello!
STÉFANOS.- ¡Brindemos!
GREGORIUS.- ¡Brindemos por el SRGAP2 y sus sucesores!
STÉFANOS.- (con cara de desconcierto) ¿Por el qué?
GREGORIUS.- El gen SRGAP2, ya sabes.
STÉFANOS.- Refrésqueme usted la memoria, mi docto amigo.
GREGORIUS.- Acuérdate, Stéfanos. El gen SRGAP2 codifica una proteína esencial en los procesos de diferenciación y migración de las neuronas, así como en el desarrollo de las sinapsis neuronales. Fueron varios artículos publicados en Science y en Cell.
STÉFANOS.- ¡Ah, sí! Uno de los únicos veintitrés genes que aparecen duplicados en humanos, pero no en el resto de los primates.
GREGORIUS.- ¡Exacto! Uno de los genes clave para establecer la diferencia entre el Homo sapiens y sus primos primates, valga la redundancia.
STÉFANOS.- En efecto, mi querido colega. Una duplicación en ese gen hace 2,4 millones de años supuso la división del linaje de los monos del de los hombres.
GREGORIUS.- Más o menos. Aunque yo no lo expresaría con palabras tan políticamente incorrectas. Pero es cierto que la duplicación del SRGAP2 permitió una mayor movilidad de las neuronas durante el desarrollo embrionario, y que a su vez formasen una mayor cantidad de apéndices celulares, los conocidos como filopodios, lo que a su vez posibilita el establecimiento de un mayor número de conexiones neuronales.
STÉFANOS.- Y a mayor número de conexiones neuronales...
GREGORIUS.- …mayor comunicación entre las neuronas, y mayores capacidades cerebrales.
STÉFANOS.- ¡Brindemos por ello!
GREGORIUS.- ¡Brindemos!
(acaban sus respectivas cervezas y abren dos nuevas botellas)
STÉFANOS.- ¡Ah, mi estimado colega! El cerebro humano es una herramienta maravillosa, la mejor que poseemos.
GREGORIUS.- (se retrepa en la silla) Muchos han considerado durante mucho tiempo que se trataba de un hito de la evolución. Un instrumento de precisión y exquisitamente complejo. La cumbre de la pirámide evolutiva. Lo más de lo más.
STÉFANOS.- Tú y yo sabemos que eso no es cierto.
GREGORIUS.- Desde luego. El cerebro es una herramienta maravillosa, pero no es ningún hito de la evolución.
STÉFANOS.- En efecto. Puede ser impresionante, sí. Y de hecho lo es. Pero también está lleno de chapuzas, parches y caminos sin salida.
GREGORIUS.- Nuestra lógica dista mucho de ser impecable. Nuestra memoria es falible y poco fiable. Nuestros lenguajes son poco precios y carecen de regularidad y sistematización.
STÉFANOS.- Tú lo has dicho, mi docto colega. Ya lo propusieron en su día algunos autores como David Linden y Gary Marcus. El cerebro humano, aunque maravilloso, es accidental. Simplemente funciona lo suficientemente bien para mantenernos vivos. Sus potenciales distan mucho de ser infinitos y el raciocinio del que tanto presumimos, es a menudo una mera entelequia. Incluso los académicos estadounidenses han acuñado un término: kludge, formado por las iniciales de los adjetivos klumsy, que significa torpe, lame, poco convincente, ugly, feo, dumb, tonto, but good enough, pero lo bastante bueno.
GREGORIUS.- Así es como somos, mi querido doctorando. Los seres humanos no somos gran cosa, aunque seamos la única especie capaz de planear de forma sistemática el futuro. La selección natural no puede llegar a producir el mejor tipo de organismo posible, sino únicamente el menos malo.
STÉFANOS.- En efecto. Como dijo el premio Nobel Herbert Simón, la evolución no busca la perfección, sino satisfacer de manera suficiente. Somos un producto chapucero lleno de defectos.
GREGORIUS.- ¡Brindemos por ello!
STÉFANOS.- ¡Brindemos!

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© Juan Nadie, Planeta Tierra, 2016
Obra inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual de Safe Creative (www.safecreative.org) con el número 1508054819641, con fecha de 5 de agosto de 2015.
Todos los derechos reservados. All rights reserved.
Ilustración de la portada: fotomontaje del autor.
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